El amor a
los hijos
“He aquí,
herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.” Salmos
127:3
“Bienaventurado
el hombre que teme a Jehová, Y en sus mandamientos se deleita en gran manera.
Su descendencia será poderosa en la tierra; La generación de los rectos será
bendita.” Salmos 112:1-2
Para
aquellos que no solo creemos en Dios, sino que le creemos a Dios, es esencial
que consideremos a nuestros hijos como esa herencia inmerecida que Dios en su
infinito amor nos concede, pero así mismo es necesario que perseveremos en el
propósito que Dios tiene con esta descendencia, pues su promesa es que será
bendita y poderosa en la tierra. Por lo que, nuestra función como padres, es
seguir fielmente cada instrucción que nos es enseñada a través de la Palabra de
Dios acerca de la manera en que los debemos educar.
En primer
lugar, encontramos el Proverbio que dice que aun desde pequeños debemos
instruir a nuestros hijos en el camino del Señor (Proverbios 22:6), siendo aquí
de suprema importancia el ejemplo que como padres les brindemos, pues estos
pequeños quieren ser y hacer todo cuanto ven en sus progenitores. Es el
aprendizaje basado en la imitación, y aun el Señor Jesús dijo que Él nada hacía
o decía por su propia cuenta, sino todo lo que veía y escuchaba de su Padre
(Juan 5:19, Juan 8:28).
En segunda
instancia, la Palabra de Dios en Efesios 6:4 nos dice “Y vosotros, padres, no
provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación
del Señor.” y la base para llevar a cabo correctamente esta instrucción es el
amor, el amor de Dios que nos enseña a no ser injustos, pero también a ser
bondadosos. Entonces, si nos encontramos con una escena de desobediencia o
capricho, el llamado es para que, en amor, procedamos a actuar controlada y
justamente ante dicha situación; realmente cuando el castigo o la disciplina es
impartida con amor y en la sabiduría de Dios, no los provocará a ira o a
guardar rencor en su corazón, sino que, aunque por un momento se disgusten, no
tardarán en entender que todo hijo que es verdaderamente amado, es corregido
(Proverbios 13:24). Oración.
«Padre
Celestial y Santo, muchas gracias por el trato y la enseñanza que me impartes
al ser tu hijo, sé que me amas y que todo lo que en mí haces es para mí
bendición. Oro pidiéndote que me guíes a criar a mis hijos con el mismo trato
que de ti he recibido y aprendido, por Jesucristo mi Señor, amén.
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