Extendiendo
el reino de los cielos
“El Espíritu
del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar
libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los
oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.” Lucas 4:18-19
“pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de
la tierra.” Hechos 1:8
Reflexionamos
en el devocional de ayer acerca del propósito final y verdadero que tenemos los
redimidos en Cristo en cada lugar, medio o persona con que nos encontremos.
Porque más allá de buscar lo temporal y físico, realmente nuestra misión es
buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, para que así, todo lo demás
de lo cual tenemos necesidad, venga como añadidura.
Ahora bien,
cuando nosotros hablamos de buscar con diligencia el reino de Dios y que este
se extienda hacia la vida de personas que aún están bajo el dominio del
maligno, por implicación estamos diciendo que todo lo que haya en sus vidas que
las tenga atadas, arruinadas o esclavizadas, debe ser destruido y desatado;
debe haber como dice el versículo de hoy, libertad para los oprimidos y
cautivos, vista a los ciegos, restauración y sanidad para los quebrantados; y
lo fundamental de todo, que las buenas noticias de Dios en Cristo Jesús sean
anunciadas a todos por igual.
Ciertamente,
estamos en la época de la gracia, en el año agradable del Señor, y se nos ha
mandado a proclamar el evangelio de salvación hasta el último rincón de la
tierra, sin hacer acepción de personas, pues realmente el Señor Jesús pagó por
todo tipo de pecado. El único pecado que no tiene pago es justamente rechazar a
Jesús como Señor y Salvador; la Escritura dice en Marcos 16:15-16 “Y les dijo:
Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y
fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.”
Como vemos,
es una misión realmente trascendental primeramente para nosotros, pero también
para los otros, pues es el reino de Dios sobreponiéndose al reino de las
tinieblas. Por lo que, es también fundamental que recordemos que no es posible
realizarla en nuestras fuerzas o capacidad, sino que debemos reconocer y
depender totalmente del poder, sabiduría y dirección del Santo Espíritu de
Dios, porque para esto nos fue enviado. Oración.
«Bendito
Dios, qué gran propósito y misión me has encomendado. Te alabo y te bendigo
porque realmente es por tu favor inmerecido que me has amado tanto. Gracias por
mi ayudador, pues reconozco que es solo en el poder y dirección de tu Espíritu
Santo que me es posible ser tu testigo y servidor, por Jesucristo, mi Señor,
amén.
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