Lo que nos mantiene vivos
“¿A quién
tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi
carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios
para siempre”, Salmo 73:25-26.
Acercarse a
Dios en oración debería ser la experiencia más maravillosa de la vida del ser
humano, pues la oración nos pone directamente en las manos de nuestro hacedor y
por ende es la única manera de comprender nuestro propósito en la vida.
Imaginemos una obra de arte maestra en manos de su pintor, un novedoso artefacto
en manos de su inventor, una perfecta sinfonía en manos de su compositor. Solo
en las manos de nuestro hacedor podemos encontrar las respuestas a las
preguntas trascendentales del ser humano ¿de dónde vengo?, ¿para dónde voy?,
¿para qué estoy en la tierra? Y de esta manera sacar nuestra mejor versión y
alcanzar la tan anhelada plenitud de la vida.
Cuando
hablar con Dios (estar en su presencia) se vuelve una carga en nuestra vida,
hay que pensar que quizás con quién estamos hablando no es con Él, sino tal vez
con nosotros mismos, con nuestros problemas, con nuestros fracasos o ansiedades
o con otro, un dios que no es el de la Biblia. Cuando conocemos al Dios
verdadero y nos acercamos con humildad y expectativa, nunca seremos
decepcionados. Solo en la intimidad con el Señor podemos escuchar su voz,
rompiendo paradigmas, temores, miedos; podemos comprender su palabra que es
fuente de vida y la única esperanza para todas las luchas del ser humano.
En este
mundo donde se agota la esperanza, la oración es la que nos mantiene vivos…
porque sol y escudo es nuestro Dios; gracia y gloria dará el Señor. Dios de los
ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.
Oración.
«Señor Jesús
quiero experimentar cada día y en todo momento las delicias de estar en tu presencia,
quiero sacar mi mejor versión y solo lo puedo hacer colocándome en tus manos.
Eres mi única esperanza segura. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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