Jesucristo y
la redención
“…y él es la cabeza del cuerpo
que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”, Colosenses 1:18–20.
La Iglesia
de Colosas estaba pasando por un momento de confusión, ellos habían olvidado
quién era Cristo y cuál fue su obra, seguían cuestiones religiosas o de moda,
tratando de añadirlas a las sanas enseñanzas que habían recibido del apóstol
Pablo. Pablo les exhorta en esta carta iniciando con una profunda explicación
acerca de la obra de Cristo, les recuerda su papel supremo y preeminente en la
creación: Jesucristo es quien crea (porque Él es verbo), Él es quien da
propósito y Él es quien sostiene todo lo creado como lo vimos en el devocional
previo. Hoy explicaremos la supremacía de Cristo en la redención (pago para
liberar al hombre del pecado y de la muerte espiritual).
La creación
que incluyó al hombre y a la mujer se echó a perder por causa del pecado. Adán
y Eva desobedecieron y con su desobediencia entró la muerte y la separación
eterna con el Creador. Así que Cristo nos redimió mediante “la sangre de su
cruz” (como pago por nuestros pecados) y mediante su resurrección nos dio una
nueva vida imputándonos (atribuyéndonos) su justicia y presentándonos ante Dios
Padre como un nuevo hombre, donde cada uno es un miembro de su cuerpo (la
iglesia) y Cristo es la cabeza (quien lo sostiene, le da propósito y lo guía).
Su obra está completa y no hay que añadirle nada a esto “por cuanto agradó al
Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo
todas las cosas”.
La moda y
las religiones no salvan, el aceptar el regalo de Cristo sabiendo que no lo
merecemos, sí. Concentrémonos en conocer a Cristo y vivir en gratitud por todo
lo que ha hecho por nosotros. Oración.
«Señor
Jesucristo, no solo creaste este mundo perfecto por amor a nosotros, sino que
nos redimiste pagando con tu sangre el precio por nuestros pecados. Todo esto
lo hiciste por amor y por gracia, sin nosotros merecerlo. Eres supremo, sobre
todo. No nos alcanzaría la vida, para darte las gracias, por tanto. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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