Una prueba
de amor. Parte 1
“Pero tengo
unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de
Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer
de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.” Apocalipsis 2:14
“Huid de la
fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo;
más el que fornica, contra su propio cuerpo peca.” 1 Corintios 6:18
Balac, Rey
de Moab, cuando supo todo lo que los israelitas les habían hecho a los
amorreos, luego de ser liberados de Egipto, él y todo el pueblo de Moab se
llenaron de miedo y encargaron con gran insistencia, por medio de Balaam,
maldecir a Israel para que fuera derrotado (Números 22:5-6).
Balac llevó
a Balaam a las partes altas para que pudiera ver el campamento de Israel y
desde allí maldecirlo, pero cada vez que abría la boca, por mandato del Señor,
solo salían palabras de bendición, pues se cumplía que “Benditos los que te
bendijeren, y malditos los que te maldijeren” (Génesis 12:3, Números 24:9).
Sin embargo,
al final nos dice la Palabra de Dios que Balaam enseñó a Balac a poner tropiezo
al pueblo de Israel, llevándolo a la fornicación con las mujeres de Moab; lo
que ocasionó la ruina del pueblo y la consecuencia de una terrible enfermedad,
donde murieron veinticuatro mil Israelitas (Números 25:9, Números 31:15-16).
Podemos ver
entonces que ningún otro pecado puede tener tan graves consecuencias y causar
tanto daño, como la fornicación. Si un pueblo, que contaba con la protección de
Dios y que nada lo hacía caer en manos de su enemigo, al final es derrotado por
practicar la fornicación, cuanto daño hace también en nosotros, en nuestro corazón,
caer en esta práctica, pues estamos pecando contra nosotros mismos y colocando
un muro de separación con nuestro Dios santo.
Pero Dios
nos restaura a través de su verdadero amor, por medio de la fe en Cristo, para
que no presentemos nuestros miembros al pecado como instrumentos de injusticia
sino, más bien, nos presentemos a Dios como vivos de entre los muertos y
nuestros miembros como instrumentos de justicia (Romanos 6:13). Oración.
«Padre, en
la fe de Jesús, tú me has sanado de todo pecado sexual, de las consecuencias
terribles que tiene esta práctica que el mundo ve como algo normal, pero que te
ofende y hace daño a mi vida; perdona por tanto mi maldad y hazme libre para
presentar mi cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a ti, Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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