Guerra espiritual, parte 2
“Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:12
La guerra no
es contra hombre de carne y hueso sino contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, es lo que nos dice la Biblia que estamos enfrentando; es decir
que, ¿el enemigo a vencer no es mi papá, mi hijo, mi esposo o mi hermano? por
supuesto que No. Si hay algo que el Señor quiere que entendamos el día de hoy,
es esto, que cuando se presenten diferencias, críticas, disgustos o problemas
con nuestro prójimo, no es contra ellos que debemos batallar, sino contra esa
mentira, engaño o malicia que el enemigo ha insertado en nosotros y en la otra
persona. Y ¿cómo podemos hacer esto?
“derribando
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” (2 Corintios
10:5). Presentar delante de Dios ese pensamiento o sentimiento que nos está
llevando a deteriorar o romper una relación, es una de las claves para poder
ganar esta batalla espiritual; cuando nosotros hacemos esto, estamos
permitiendo que sea en el poder y con las armas de Dios que se enfrente esta
guerra, porque es renunciar a mi orgullo y autosuficiencia de pensar, que
aquello que estoy diciendo o sintiendo es la verdad y que solo yo tengo la
razón, para mejor someterlo a Cristo en humildad, esperando que sea Él quien me
revele si ese pensamiento o sentimiento está o no conforme a su voluntad, y así
permitir que se derribe en caso de que esté en contra del conocimiento de Dios.
Finalmente,
algo que podemos hacer muy poderoso y que garantizará que el enemigo no tome
ventaja sobre nosotros es, “No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el
enojo reposa en el seno de los necios.” (Eclesiastés 7:9). Cuando nosotros, a
pesar del disgusto o desacuerdo con la otra persona, no buscamos el camino del
enojo y no permitimos que esa situación nos lleve a pecar, estamos resistiendo
firmemente los ataques del maligno; el no dar lugar a una ira pecaminosa es
asegurar un paso más para ganar esta guerra espiritual. “Airaos, pero no
pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.”
(Efesios 4:26-27). Oración.
«Papito
Dios, te ofendo una y otra vez, por no saber controlar mi enojo y airarme
fácilmente, permíteme entender que la guerra no es contra la persona que me
ofendió o con la que estoy en desacuerdo, sino contra el acusador que me quiere
destruir y robar la paz que tù me regalas. Hazme cada día más humilde para
someterme a tu voluntad y no obedecer al mal, gracias Dios. En el nombre de
Jesús. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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