VOLVERSE INSENCIBLE Y NO PODER LLORAR
Algo muy precioso que nos ocurre a los que por misericordia
hemos recibido el perdón de pecados, y aceptado a Jesús como Señor de nuestras
vidas, es que podemos llorar, pero no de tristeza, amargura, rencor, rabia o
lamento; sino de gozo, de alegría, tocados por la presencia de Dios, y sus
bendiciones.
Lamentablemente hay gente de Dios que ya no llora, porque se
ha endurecido y su relación con el Espíritu Santo ya no es la misma, desde
luego Dios no es el que ha cambiado, sino son los hombres los que cambian.
La dureza de rostro es tener tal sequedad que ya no nos
conmueve la Palabra, ni los momentos de adoración, no la presencia de Dios.
Mucha gente endurece el rostro por traiciones recibidas en la
congregación, por infidelidades de la gente en la que confió, por traiciones,
humillaciones, malos tratos, correcciones de los padres a los hijos con
violencia carnal, o momentos difíciles que ha pasado en las que le atribuye
despropósito a Dios.
Debemos entender que el enemigo quiere amargarnos, y
endurecernos, eso le pasó a Jesús cuando en la cruz estaba herido, dice la
escritura que le ofrecieron hiel mezclado con vinagre, la hiel es figura de la
amargura, pero dice la Escritura que cuando El probó la hiel inmediatamente la
expulsó de su cuerpo. Dándonos el ejemplo que cuando estuviéramos pasando
momentos difíciles, o siendo heridos por nuestros hermanos, el diablo nos va a
ofrecer hiel, es decir querrá que nos traguemos la amargura, pero lo que Jesús
hizo, es lo que debemos hacer expulsar la amargura en su nombre y encomendarnos
al Padre.
Qué bello es llorar es el colirio para nuestros ojos. Cuando
Ana lloró en la presencia del Señor vino la respuesta para ser sana de la
esterilidad.
Heb. 5: 7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos
y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue
oído a causa de su temor reverente.
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