Sal 3:1-8
3.1, 2 David se sintió en la minoría. Pudo haber habido más
de diez mil soldados a su alrededor en ese momento (3.6). No sólo los enemigos
de David veían la vida en forma diferente, sino que con ansias buscaban
dañarlo. Como rey, David pudo haber confiado en su ejército para derrotar a
Absalón, pero en vez de ello dependió de la misericordia de Dios (3.4). Por lo
tanto, estaba en paz con cualquier resultado que se obtuviera, sabiendo que
prevalecerían los propósitos primordiales de Dios. Podemos vencer el miedo
cuando pedimos a Dios misericordia en nuestra hora más oscura.
3.1-3 El rey David no estaba sentado en su trono con todo
poder, sino que huía de Absalón, su hijo rebelde, y de una hueste de traidores
que querían matarlo. Cuando las circunstancias se vuelven contra nosotros es
tentador pensar que Dios también está en contra nuestra. Pero David nos
recuerda que es todo lo contrario. Cuando algo parece estar en nuestra contra,
Dios es el único que es con nosotros. Si parece que la vida está en contra
suya, no culpe a Dios: ¡búsquelo!
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