1Pedro 1:22-25
Ahora que se han purificado obedeciendo a la verdad y tienen
un amor sincero por sus hermanos, ámense de todo corazón los unos a los otros.
Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente
imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. Porque: “todo
mortal es como hierba, y toda su gloria como flor de campo; se seca la hierba y
se cae la flor, pero la palabra del Señor permanece para siempre.” y ésta es la
palabra del evangelio que se les ha anunciado a ustedes.
Personalmente, pienso que una de las formas más eficientes de
medir tu entrega a Dios o incluso tu relación con Él, se basa en el amor que
tienes a tu prójimo y a tus hermanos en la fe. De alguna u otra manera, las
personas nos van a fallar. Algunos nos van a lastimar mientras que otros nos
mentirán. Otros más hablarán mal de nosotros y otros cuantos serán hipócritas.
¿Qué nos pide el Señor al respecto? ¿Que dejemos de convivir con aquellos que
nos hicieron daño? No. ¿Que busquemos venganza? Tampoco. Nos dice que debemos
amarnos los unos a los otros y en especial a los hermanos en la fe. ¿Cómo
podemos hacer esto? Solamente lo puedes lograr si has nacido de nuevo. Nacer de
nuevo significa que “has tocado fondo” y reconoces la necesidad de Cristo en tu
vida. Escuchas su voz pues penetra en lo más profundo de ti y entiendes que has
pecado y necesitas ser perdonado. Doblas tus rodillas y entregas tu vida. Le
reconoces no solo como tu Salvador pero ahora se convierte en el Señor de tu
vida. El Espíritu Santo desciende sobre ti y, como dice la biblia, eres hecho
hijo de Dios y nueva criatura. No naces de carne. Es un nacimiento espiritual.
Ahora eres hijo de Dios. Sí. Antes no lo eras. No todos son hijos de Dios.
Aunque hayas escuchado que “todos” somos hijos de Dios y que “todos” van al
cielo, esta premisa NO está fundamentada en la biblia. La palabra nos dice que
solamente aquellos que reciben a Cristo y creen en su nombre se les da el
derecho de ser sus hijos y por consecuencia, al morir, van al cielo.
Regresemos al amor al prójimo. Es muy probable que te hayan
lastimado. Es muy probable que tengas enojo, rencor o algún otro tipo de
sentimiento. Hoy es importante que entiendas que lo único que debe existir en
tu corazón es amor hacia tu prójimo. Leíste bien. Ese amor no está condicionado
a nada. No deben tratarte bien para que ames. Tampoco excluye a aquellos que
quieres excluir y los tienes en tu lista de “enemigos”. Tu prójimo. Debes
amarlo. De aquí la importancia de haber nacido de nuevo para lograrlo. Si Dios
es el Rey y Señor de tu vida, resulta natural el perdonar. Ya no piensas en ti
sino en Él. Ya no piensas en tu orgullo y lo que pueda afectarte el perdonar
sino que piensas en cómo servirle y obedecerle. Sus principios están por encima
de ti. ¡Esto es realmente seguir a Cristo! Morir a uno mismo y dejar que Él
crezca en nosotros. No es fácil. Necesitas madurez espiritual y fe. Necesitas
aceptar que Sus caminos son mejores que los tuyos y que, al seguirlos, dejamos
que Él se encargue de cuidarnos y guiarnos en todo lo que hagamos. ¿Qué detiene
tu amor? ¿Qué te detiene para obedecer? Probablemente tu orgullo y tu mecanismo
de defensa para no salir lastimado. Esto tiene que quedar atrás. Ahora Dios se
encarga de cuidarte. Ahora Él se encarga de llenarte de perdón, de su amor, de
su paz y de su consuelo inagotable al que puedes acudir en todo momento. Ama a
tu prójimo. En especial amémonos entre hermanos en la fe. Cuidémonos y
animémonos en la palabra con el amor que solo Dios nos puede dar.
Oración
Señor: perdóname. Siempre quiero que me perdones mientras que
yo no quiero perdonar. Siempre pido que me ames y yo no quiero amar. Perdón mi
Señor. Hoy entiendo que no puedo seguir actuando como antes. Hoy entiendo que
tu amor debe dominar mi vida y debo llevarlo a los demás. Te pido pueda amar a
mi prójimo sin importar lo que hagan o dejen de hacer. Te pido seas el Rey de
mi vida y me guíes en todo lo que haga. Ayúdame a dejar atrás mi orgullo y
poder tomar tu cruz. Ayúdame a entender que tu camino y tus pensamientos son
mejores que los míos. Me entrego a Ti mi Dios. En el nombre de Jesús. Amén
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