Nuestro amigo incomparable
JUAN 14.16-18
A la mayoría de nosotros no nos gusta estar solos por largo
tiempo. De hecho, no hemos sido creados para vivir en el aislamiento. Desde el
comienzo, Dios dijo. “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2.18). Pero, a
veces, hay situaciones en la vida que nos aíslan. O quizás simplemente nos
sentimos solos, a pesar de que vivamos con nuestro cónyuge o la familia. Pero,
cualquiera que sea su situación, si usted tiene a Cristo en su corazón, nunca
está solo.
Sabiendo que sus seguidores podrían sentirse abandonados
después de su crucifixión y su ascensión, Jesús prometió enviarles un Ayudador
que nunca los dejaría: el Espíritu de verdad. El mismo Espíritu que vino a
ellos el día de Pentecostés aún permanece dentro de cada creyente. Él ha sido
enviado para que camine junto a nosotros como nuestro consolador, capacitador y
guía.
El Espíritu Santo, a diferencia de los seres humanos, es
perfectamente competente para satisfacer todas nuestras necesidades. Puesto que
nos conoce íntimamente, puede consolarnos en el dolor y en las pérdidas, cuando
nadie más puede hacerlo. Cada vez que nos encontramos en un dilema, Él sabe
exactamente lo que debemos hacer. Ya que el futuro está descubierto delante de
sus ojos, está al tanto de todos los detalles que nos preocupan. Y promete
guiarnos a cada paso del camino, calmando nuestros temores y venciendo nuestras
deficiencias.
Porque
hemos sido creados por Dios, solo por medio de su Espíritu estamos completos.
Él es la solución definitiva a la soledad del hombre: siempre está disponible y
nunca nos dejará
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