Conocer el amor de Cristo empieza el día de nuestra
conversión
“He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo.” Apocalipsis 3:20
l verdadero
conocimiento del amor de Cristo empieza el día de nuestra conversión, pues
antes solamente podíamos tener un conocimiento meramente intelectual; pero el
día que recibimos a Jesús en nuestro corazón, el día en que depositamos nuestra
fe en Él, Dios le dio vida a nuestro espíritu, gracias a lo cual podemos
conocer y experimentar el amor de Cristo, pues es por medio de la comunión con
el Espíritu Santo cómo logramos vivenciar ese amor que excede todo
conocimiento, ya que la comunión se basa en una relación íntima y personal.
En los
tiempos de Jesús compartir la cena con alguien era una manera de relacionarse
íntimamente, de conocerse personalmente, de compartir además de los alimentos
sus intereses, creencias y vivencias, por eso es que Dios revela en Apocalipsis
3:20 que Jesús está llamando a la puerta del corazón del ser humano, con el
deseo de que su llamado sea atendido, para entonces entrar a cenar, es decir
para poder empezar una relación de intimidad, por medio de la comunión con el
Espíritu Santo, a través de la cual el creyente puede llegar a conocerle
vivencialmente por medio de la fe.
Así que para
tener comunión debemos aceptar el llamado de Dios y estar dispuestos a abrir la
puerta de nuestra vida para dejar entrar a Jesús a la mesa de nuestro corazón,
para que se siente y cene con nosotros y nosotros con Él, de esta manera, al
igual que en los tiempos de Jesús podremos conocerle íntima y personalmente,
podremos tener las revelaciones de su palabra, entender sus mensajes y lo más
importante, cultivar una amistad con Él, que nos permita conocer vivencialmente
su grande e inagotable amor.
Pidamos a
Dios que de manera práctica podamos cenar y tener comunión con Jesús por medio
del Espíritu Santo cuando leamos la biblia, oremos, nos congreguemos,
testifiquemos y obedezcamos. Oración.
«Padre Dios,
quiero pedirte que me ayudes a tener esa intimidad con tu Hijo Jesús, mi Señor
y Salvador, por medio de la comunión con tu Santo Espíritu, quiero cultivar una
relación íntima y personal, quiero llegar a esa profunda conexión, de tal
manera que pueda todos los días sentarme a tu mesa como amigo. Gracias porque
sé que desde el día que te abrí las puertas de mi corazón al responder a tu
llamado puedo hacerlo. Amén.
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