En tu mano están mis tiempos
“Mas yo en
ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos.”,
Salmo 31:14-15a
Cuando David
escribió este salmo se encontraba en un desafortunado momento, estaba huyendo
del Rey Saúl quien pretendía matarlo. En los versículos iniciales de este
cántico David exclama: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en
angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.
Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis
fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido” (Salmo
31:9-10).
Hemos de
pensar que su situación era de verdad grave puesto que David no era inclinado
al desánimo ni a la depresión. Sin embargo, lo vemos pesimista debido a sus
enemigos y a lo “incierto” de su futuro. En un momento las circunstancias
parecían ganarle la batalla, sin embargo y como en muchas otras oportunidades,
David empieza a pelear con las armas espirituales de la justicia y de la verdad
y así como batalló contra aquel gigante Goliat al que le declaró: “Tú vienes a
mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de
los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.”
(1 Samuel 17: 45), se levanta en victoria y exclama “Mas yo en ti confío, oh
Jehová; Digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos; líbrame de la
mano de mis enemigos y de mis perseguidores”. Sucede entonces que el
Todopoderoso, el Dios de los escuadrones de Israel, una vez más, hace suya la
batalla y lo rescata de la angustia y de la incertidumbre. Tiempo después David
llegó a reinar en lugar de Saúl, fue un rey sabio y próspero y Dios le dio paz
de todos sus enemigos. Su futuro hasta la actualidad fue glorioso porque Dios
levantó de entre sus descendientes al mesías: nuestro Señor Jesucristo.
Así que
aunque estemos atravesando valles de sombra de muerte, no temamos mal alguno,
nuestra vida y nuestros tiempos están en la mano de aquel Dios que cumple sus
promesas. “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento
vuestro corazón.” (Salmo 31:24). Como David ganemos las batallas de rodillas
ante Dios. Oración.
«Padre de la
gloria solo en ti toma fuerza mi corazón, solo de ti viene mi esperanza, tú
suplirás todas mis necesidades. Tú eres mi Dios, en tu mano están mis tiempos.
Amén
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