Controlado por el Espíritu
«Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.», Gálatas 5:22-26
» Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.», Efesios 4:30-31
Durante situaciones tensas nuestras emociones se descontrolan fácilmente, debido a nuestra falta de dominio propio y nuestro temperamento explosivo, caemos en enojo, ira y ofendemos a otras personas afectando nuestras relaciones incluso con nuestros seres más queridos.
La Biblia es muy clara en advertirnos que debemos dejar de practicar todo tipo de pecado, pero también que debemos someter al Señor el control de nuestras emociones: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3: 8-10). La Biblia también es clara en advertirnos que el control de nuestras emociones no depende de nuestra voluntad propia, sino que viene como un don (un regalo) del Espíritu Santo que se manifiesta en nuestra nueva vida en Cristo, una vida que se nutre día a día de la relación íntima entre nuestro Salvador y nosotros, basada en la lectura, meditación y práctica de su palabra y en la oración.
Entreguemos nuestras emociones al Señor para que nos ayude a controlar nuestro carácter. Pidamos al Espíritu Santo que nos llene, nos consuele, nos guíe y nos libere de todo sentimiento dañino, pero en todas las cosas mantengamos viva nuestra relación de amor con Dios. Oración.
«Padre de la gloria ayúdame a someter mi carácter y mis emociones al Espíritu Santo, quiero ver tu fruto en mi vida y crucificar mi carne con sus pasiones y deseos. Quita de mí la ira, el enojo y todo lo que pueda dañar a mi prójimo. Mi único deseo es agradarte. Amén.