PALABRA DE ALIENTO
“Y he aquí, dos de ellos (apóstoles) iban el mismo día a una
aldea llamada Emaús, […] E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que
habían acontecido. Sucedió que […], Jesús mismo se acercó, y caminaba con
ellos. Más los ojos de ellos estaban velados, […] Y les dijo: ¿Qué pláticas son
estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
Respondiendo uno […], le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no
has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les
dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta,
poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; […] Entonces
él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y
que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los
profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”, Lucas
24:23-27
Gran impacto produce en la vida del ser humano, la Palabra
de Dios. Es la voz que quita toda dureza y convierte la incredulidad en fe. Es
la medicina que alivia todo dolor y sana toda herida. Es la promesa segura que
calma la angustia y restituye la paz. Esto fue lo que experimentaron los
discípulos de Emaús, cuando se dispusieron, en medio de su tristeza y
desaliento, a que Jesús les hablará y les recordará las reconfortantes verdades
que alientan el alma.
Fue tan profundo el consuelo, que los discípulos rogaron a
aquel hombre que les hablaba con tanta autoridad y poder, y a quien aún no
habían reconocido como su Maestro, a que se quedara con ellos. Unas cuantas
horas más, un instante más era invaluable al lado de aquel extraordinario
hombre; pues sus corazones estaban destrozados por el dolor de ya no tener a su
maestro con ellos.
La Palabra de Dios sigue hoy siendo el único tratamiento
contra la angustia, la tristeza, la desesperanza y el miedo; fue así que cuando
los discípulos escucharon la voz de Dios, renació su fe y tuvo vida nuevamente
su esperanza. Fue también ese lenguaje de bendición al partir el pan, que hizo
que los ojos de los discípulos fueran abiertos y reconocieran a Jesús. Es el
lenguaje celestial el que produce ardor en los corazones y abre los ojos a la
fe. Es su Palabra la que nos impulsa a no conformarnos con la derrota, a
levantarnos para actuar, para seguir adelante, para llevar ánimo y esperanza a
donde quiera que vayamos, para impregnar de bendición a quienes estén a nuestro
alrededor.
Es el momento para que, volviendo nuestro corazón a Dios y
nuestros oídos a la revelación de su Palabra, tomemos aliento, empuñemos el
arado, corramos con gozo la carrera que tenemos por delante y empecemos a
hablar un lenguaje de bendición. Oración.
"Amado Padre, gracias te doy porque tu Palabra siempre
está disponible para mí, tus promesas, enseñanzas y exhortaciones han dado
aliento a mi alma y cuando abro mi corazón para ti y te invito a quedarte,
entiendo tu lenguaje celestial, y me permites abrir mis ojos a la fe. Tu
Palabra me impulsa a seguir adelante, para llevar ánimo y esperanza a donde
quiera que vaya, gracias Señor, amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
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