DOMINIO PROPIO
Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu
no tiene rienda. Proverbios 25:28
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo. 1:7
No todo lo que queremos hacer nos conviene, muchas cosas nos
perjudican, por eso no debemos dejar que nada nos domine. (1 Corintios 6:12).
El autocontrol consiste en no dar rienda suelta a nuestras pasiones y deseos,
no dejándonos llevar por nuestras emociones hasta el punto que estas nos fijen
el rumbo y recojamos consecuencias nefastas.
Pero en nuestra propia fuerza es imposible controlar
nuestras pasiones y tendencia al pecado, caeríamos en una falsa moral, en una
hipocresía religiosa.
El dominio propio es la capacidad que Dios nos ha dado por
medio de la fe en Cristo, para tener la fuerza de seguir y obedecer a su
Espíritu, para no seguir la tendencia al pecado que antes esclavizaba nuestros
sentidos, sino hacer lo que dice su santa Palabra.
Es decir, ya no somos esclavos del pecado, sino hijos de
Dios (Gálatas 4:6-7) y este es nuestro signo distintivo: que su Espíritu nos
guía (Romanos 8:14). Por lo tanto, un hijo de Dios se diferencia por su
capacidad de dominarse a sí mismo, mediante la dirección del Espíritu de Dios.
La Palabra de Dios nos enseña que pongamos toda diligencia
en añadir virtud a nuestra fe, y a que ejerzamos esta capacidad que nos ha sido
dada por medio de Cristo, añadiendo dominio propio al conocimiento (2 Pedro
1:5-7), pues esto evitará que caigamos, que sea derrumbado todo lo que
construyamos, que vivamos una vida sin fruto y llenos de consecuencias
dolorosas que frustrarán el propósito de Dios en nuestra vida.
El dominio propio se trata de tener mucha disciplina y de
dominarse a sí mismo (1 Corintios 9:27). Por amor a Cristo y por lo que Él hizo
por nosotros, vivimos para agradarle; por esto debemos tomar la decisión de
vivir evitando que el mal nos domine, viviendo de manera prudente, honesta,
justa y piadosa actualmente; renunciando a la impiedad y a las pasiones
mundanas, mientras llega ese día maravilloso que todos esperamos, cuando se
manifieste nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. (Tito 2:12-13). Oración. Señor, gracias porque me has dado a
tu Espíritu para no vivir guiado por mis deseos egoístas, sino para hacer lo
que te agrada, y para servir a los demás con honestidad y respeto. Amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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