Filipenses 1.12-25
Si usted tuviera el poder de cambiar sus circunstancias, ¿lo
haría? Puesto que nadie tiene una vida sin problemas, la mayoría de nosotros
diría que sí. Sin embargo, la realidad es que debemos aprender a vivir con
algunas de nuestras circunstancias difíciles, porque solo Dios tiene el poder
de alterarlas, y en su providencia ha permitido que se mantengan.
Tomemos, por ejemplo, al apóstol Pablo. Tenía el deseo de ir
a Roma para predicar el evangelio, pero no previó la manera que Dios usaría
para llevarlo allá. Todo comenzó con acusaciones falsas contra él en Jerusalén,
su apelación a César, un viaje por un mar embravecido, un naufragio, y además
el tiempo que iba a estar preso en Roma. Probablemente, esto no era lo que
Pablo había imaginado, pero mientras estaba encadenado a una guardia romana,
escribió estas palabras a la iglesia en Filipos: “Las cosas que me han
sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio” (Fil 1.12). La
misma circunstancia que pudo haberle parecido una desgracia, se convirtió en el
medio para un servicio fructífero.
Lo que parece un naufragio o un desvío en nuestros planes,
pudiera ser el sendero ordenado por Dios para nuestra vida, pero existe una
certeza a la cual podemos aferrarnos: Jesucristo está con nosotros y nunca
cambia.
Las condiciones a nuestro alrededor fluctuarán, pero si somos
de Cristo, Él usará cada situación para hacer su voluntad en y a través de
nosotros. Incluso cuando enfrentemos asuntos de vida o muerte, podemos desear
lo mismo que Pablo: que Cristo sea exaltado en nosotros, ya sea por vida o por
muerte.
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