EL VALOR DE LA NAVIDAD
Ante el desarrollo histórico de la fiesta navideña, , y el
impacto del materialismo y otros elementos que nada tienen que ver con el
sentido original de la Navidad, ¿tiene sentido seguir celebrando el 25 de
diciembre? ¿No debemos, más bien, anularla del calendario cristiano? Aunque la
reacción negativa de algunos creyentes es natural, consideramos que lejos de
dejar de celebrar la Navidad, tenemos un deber, como creyentes, de ‘redimir’ la
Navidad; o, si se quiere, ‘reconvertir’ la Navidad, para que el mundo sepa el
verdadero sentido de la Navidad.
Debemos aprender de nuestros antepasados en la fe: los
creyentes del tercer siglo. No permitamos que ocurra hoy lo que el emperador
pagano Aurelio intentó hacer, hace tanto tiempo, cuando nombró el 25 de
diciembre la fiesta del dios Sol, queriendo así opacar la celebración cristiana
de la encarnación del Hijo de Dios. La encarnación de Dios es, juntamente con
la muerte de Cristo, un evento trascendental en la Historia humana. Es cierto
que la Biblia no nos manda celebrar el nacimiento de Cristo; sin embargo,
teológica mente hablando, sin la encarnación de la segunda Persona de la
Trinidad, la muerte de Cristo carece de valor salvífico. Por tanto, al celebrar
el nacimiento de Cristo, estamos a la vez celebrando su obra redentora. La
Iglesia primitiva lo entendía así, y por eso relacionó el nacimiento de Cristo
con su muerte.
Si la Iglesia cristiana deja de celebrar la Navidad, lo que
pasará es que el mundo ‘pagano’ se apoderará aún más de la fecha, y se
eliminará todo recuerdo del nacimiento de Cristo. Dios nos llama a ser ‘sal’ y
‘luz’; no a abandonar el mundo a su pecaminoso. Por consiguiente, nos parece
que sería una mejor estrategia reconocer que la Navidad es una fecha que
podemos y debemos aprovechar para anunciar el mensaje cristiano. Obviamente,
debemos distanciarnos de aquellos elementos que no tienen nada que ver con el
nacimiento de Cristo. Cosas como la figura de Papá Noel, el materialismo, etc.
Pero podemos aprovechar el mes de diciembre para hablar de Cristo.
En nuestros hogares podríamos preparar una escena del
nacimiento de Cristo, con fines educativos o evangelísticos (con tal que no
haya problemas con algún elemento cultural o supersticioso en nuestra región o
familia que milite contra ello). Durante el mes de diciembre, deberíamos
enseñar a nuestros hijos todos los eventos relacionados con el nacimiento del
Señor, para inculcar en ellos un entendimiento del verdadero significado de la
Navidad. En nuestras iglesias, debemos predicar sobre los textos relacionados
con el nacimiento de Cristo, procurando no solo educar a los miembros de la
iglesia, sino compartir el Evangelio con amigos que aún no conocen al Señor. En
resumidas cuentas, debemos aprovechar esta fiesta anual para declarar el
misterio de la Encarnación, y las glorias relacionadas con el nacimiento de
Cristo. No debemos ceder territorio al enemigo de Dios, sino sacar provecho de
la Navidad, para honrar y glorificar a Dios en un mundo que le da la espardas a
Dios. ¡Esa es nuestra tarea cristiana!
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