Corran para ganar
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la
verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo
obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para
recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. 1 Corintios
9:24-25
La vida cristiana se compara con una maratón, no es una
carrera contra nuestros vecinos, amigos, compañeros de trabajo, familia,
hermanos en la fe, sino más bien, una carrera contra nosotros mismos y contra
el enemigo de los cristianos.
Pablo que vivía en un mundo de cultura greco – romana, donde
nacieron las primeras olimpiadas, usa esta figura del atletismo para ilustrar
una verdad espiritual; y es que los hijos de Dios, debemos correr la carrera
que Él ha preparado para nuestras vidas de manera que la ganemos.
Nos dice que en este mundo todos corren en una carrera, pero
solo una persona se lleva el premio, mientras que nosotros debemos correr para
ganar; hace el paralelo con los atletas que entrenan con disciplina y lo hacen
para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio
eterno.
Nuestra motivación para entrenar en la carrera de la fe en
nuestra vida cristiana, debe ser correr para ganar ese premio eterno. Sabiendo
cual es la meta final y conociendo el propósito específico que Dios tiene para
nosotros, podemos cruzar la meta; por eso, debemos buscar su dirección y la
encontramos en su Palabra. Allí nos mostrará lo que Él quiere que hagamos con
la totalidad de nuestra vida.
Jesús es la meta final. Él nos creó a propósito y con un
propósito. Nuestro éxito depende de que hagamos la voluntad de Dios para correr
y terminar bien la carrera de nuestra vida y cruzar la meta a la eternidad.
También tenemos una gran batalla espiritual, por eso debemos
prepararnos para vencer. Pablo nos insta a entrenarnos para ganar: “Así que, yo
de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien
golpea el aire” 1 Corintios 9:26. No debemos pelear como quien da golpes al
aire, tenemos que aterrizar, nuestra lucha no es contra carne y sangre sino
contra Satanás y sus demonios. Debemos pelear legítimamente, con oración, ayuno
y conocimiento de la Palabra, para no perder (2 Timoteo 2:5). Recordemos que
las armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:4).
Oración.
«Amado Dios y Padre Santo todas nuestras coronas caerán a tus
pies, junto con mis hermanos en la fe, quiero decirte que esta iglesia no se va
a rendir, no va a negar la fe, no va a negociar sus principios ante la
apostasía de este mundo, porque tú triunfaste victorioso en la cruz y por eso
somos más que vencedores, nuestra meta eres tú y correremos la carrera de la fe
para obtener el premio eterno. Amén.
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