La diferencia entre la obediencia y la desobediencia
“Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos
hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta
del tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes?
Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos,
porque no es buena fama lo que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová.
Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno
pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su
padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir”, 1 Samuel 2:22-25
“El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y
la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con
frecuencia. Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla,
Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar. Y
vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces
Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye”, 1 Samuel 3:1, 9-10
Qué gran diferencia entre los que entran a la presencia de
Dios para oír y obedecer a Dios y aquellos que entran y no hacen caso a su voz
y le desobedecen. Aquí hay un paralelo entre los hijos de Elí y el joven
Samuel.
Los hijos de Elí no seguían las instrucciones dadas por
Dios, servían en la carne, trataban las ofrendas con irreverencia y su conducta
era inmoral dando mal ejemplo al pueblo, llevándolo a pecar. ¿Qué pasaba con
ellos? No escuchaban la amonestación de su padre, que era el sacerdote en ese
entonces, y vivían su vida espiritual a su manera, haciendo cosas desagradables
delante de Dios.
Hay dos observaciones aquí, sobre Elí, que debemos tener en
cuenta: la primera es que estaba viejo, cansado, le faltaba autoridad sobre sus
hijos porque no los reconvenía para sacarlos de su error; y la segunda es que
descuidó su comunión con Dios, no leía la Palabra y ya no tenía visión
espiritual, por eso había ausencia y desconocimiento total del mensaje de Dios
que lo llevó a una crisis espiritual.
Cuando nos alejamos de Dios y de su Palabra, es evidente que
el fuego del Espíritu se apaga en nuestro interior y perdemos nuestra comunión,
nuestra adoración, dejamos de escuchar su voz y no recibimos la revelación de
su Palabra. ¿Cuántas veces dejamos para Dios lo que debemos hacer nosotros? La
educación y la enseñanza a nuestros hijos es indelegable y Dios nos llamará a
cuentas por ello.
Que diferencia la vida del pequeño Samuel, ministraba en la
presencia de Dios, se deleitaba en ofrecer su mejor adoración y servía en el
templo, quizás con tareas apropiadas a su edad, encendiendo las velas,
cumpliendo diligencias, cerrando las puertas, etc. Pero todo lo hacía con amor
y un corazón dispuesto.
El Señor vio a Samuel como un instrumento limpio que podía
usar, por eso lo llamó tres veces y él responde tres veces “Heme aquí” y se presenta
ante el sacerdote que se da cuenta que es Dios quien le está llamando y le
enseña cómo debe contestar: “habla, que tu siervo escucha”. Cuán importante es
disponernos para Dios, tener un corazón humilde para ser enseñados, escuchar su
voz y ser iluminados por su Santo Espíritu para obedecer lo que nos dice.
Recordemos lo que dice el Salmo 25:14 “La comunión íntima de
Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”. El deseo de
cada creyente y adorador de Dios debe ser reflejar la luz divina, siendo
testimonio para otros. Oración.
Señor, es tiempo de levantarme y escuchar tu llamado, dispón
mi corazón para ofrecerte la mejor adoración y poder llevar tu mensaje, porque
estamos viviendo tiempos donde tu Palabra escasea y la visión está ausente, que
mi boca no transmita lo que la gente quiere oír, sino lo que tú dices en tu
Palabra. Aviva el fuego de tu Espíritu en mí para ser tan diligente como
Samuel. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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