Protocolo de la realeza
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado
sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de
él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con
dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo:
Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su
gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que
clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto;
porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que
tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”,
Salmo 6:1-5
Pertenecer a una familia real tiene múltiples privilegios
como lo es el poder, la riqueza y lujos, pero también significa seguir ciertas
reglas, muchas de las cuales insólitas. No cualquiera puede tener una audiencia
con un rey o un presidente, pues para lograr entrevistarse hay que seguir un
estricto protocolo. Ahora, en el campo espiritual, ¿qué protocolo debemos
seguir para presentarnos ante el Rey de Reyes? ¿qué debemos cambiar para lograr
mayor nivel de intimidad con el Creador?, o ¿simplemente nos quedaremos en el
pórtico fuera del palacio, sin pasar detrás del velo al lugar santísimo donde
sólo pocos logran entrar?
En primer lugar sabemos que hay un sólo camino para llegar
al Rey y es Jesucristo, pero muchos sólo pasaron la puerta del palacio y se
quedaron allí; sin embargo, para entrar en la recámara del Rey y permanecer en
la intimidad del lugar santísimo, debemos dejar de ser como somos, villanos, y
acomodarnos a los protocolos del reino de Dios, porque muchas veces pretendemos
que el Rey se acomode a nuestra manera de ser, de pensar y de actuar. Nos
aferramos a los prototipos mundanos y nos repetimos: “yo soy así y punto”, y no
queremos aprender cómo llegar al Rey, mucho menos ofrendar lo que Él pide. Si
no tienes nada que ofrecerle, pues ofrécete a ti mismo en obediencia, santo y
agradable a nuestro Rey.
Isaías tuvo una gloriosa visión de un Dios que reina, que
está sentado en un trono alto y sublime, y su túnica cubría el templo; ese es
el lugar santísimo detrás de la cortina de santidad que envolvió a Isaías
purificándolo primeramente de su pecado.
Hermano, ¿Dios es Soberano en tu vida, es tu Rey? Seamos
sobresalientes aprendiendo el protocolo para entrar al Rey y ser parte de sus
escogidos. Oración.
Amado Señor, eres el Rey eterno, y solo a ti te daré la
gloria, el honor y la honra. Tú eres el Rey de Reyes y el Señor de señores, a
ti elevaré mi canto de adoración y con mis labios purificados con fuego
exclamaré: “Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos, la tierra está llena
de tu gloria”. Te alabo Señor. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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