El sacrificio de alabanza
“Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová”.
“Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con
los hijos de los hombres; Ofrezcan sacrificios de alabanza, Y publiquen sus
obras con júbilo”.
“Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios
voluntarios de mi boca, Y me enseñes tus juicios”
A medida que desarrollemos el hábito de la alabanza,
tendremos días en los que nos será difícil reunir las fuerzas necesarias para
alabar. Puede que hoy, ayer y anteayer hayamos alabado a Dios siete veces al
día, y que le hayamos alabado con la misma constancia la semana pasada o el mes
anterior. Pero llega el día en que simplemente nos es imposible proferir alguna
alabanza. Son días en los que a uno lo agobia el dolor, la oscuridad total o
los problemas más graves. En tales días, uno se encuentra tan agobiado que,
incluso, derrama lágrimas de auto compasión. ¿Cómo es posible que en tales días
podamos alabar a Dios? Si se siente herido, dolido y atribulado. Pues la
respuesta más obvia no consiste en alabar, sino en lamentarse. Se siente que lo
más normal sería murmurar en lugar de dar gracias, y no hay deseos de alabar ni
se piensa en hacerlo.
Al tomar en cuenta las circunstancias y el estado en que uno
se encuentra, pensamos que alabar no es lo más apropiado. En ese preciso
instante deberíamos recordar que el trono de Jehová permanece inmutable, que su
nombre no ha cambiado y que su gloria no ha mermado. Uno debe alabarlo
simplemente por el hecho de que Él es digno de ser alabado. Uno debe bendecirlo
por la sencilla razón de que Él merece toda bendición. Aunque uno esté agobiado
por las dificultades, Él sigue siendo digno de alabanza; entonces, a pesar de
estar angustiados, somos llevados a alabarlo.
En ese momento, nuestra alabanza viene a ser un sacrificio
de alabanza. Esta alabanza equivale a sacrificar nuestro becerro gordo.
Equivale a poner lo que más amamos, nuestro Isaac, en el altar.
Así, al alabar con lágrimas en los ojos, elevamos a Dios lo
que constituye un sacrificio de alabanza.
¿En qué consiste una ofrenda? Una ofrenda implica heridas,
muerte, pérdida y sacrificio. En presencia de Dios, uno ha sido herido y
sacrificado. Delante de Dios, uno ha sufrido pérdida y ha muerto. (Ha perdido
el mundo y ha muerto al pecado). Sin embargo, uno reconoce que el trono de Dios
permanece firme en los cielos y no puede ser conmovido; y, entonces, uno no
puede dejar de alabar a Dios. En esto consiste el sacrificio de alabanza. Dios
desea que Sus hijos le alaben en todo orden de cosas y en medio de cualquier
circunstancia. Oración.
Padre Nuestro que permaneces en el trono celestial, alto y
sublime, digno de darte honor, honra y gloria. Merecedor de alabanza y
adoración; Sacrificaré en tu tabernáculo sacrificios de júbilo, entonaré y
cantaré salmos a tu nombre, por tu gran amor y misericordia que has tenido
conmigo. Gracias Señor Amen. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario