PRECIOSA SANGRE DE CRISTO
“¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras
conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”, hebreos 9:14
“elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación
del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia
y paz os sean multiplicadas”, 1 Pedro1:2
Para poder nosotros acceder a la presencia de Dios, se
requirió pureza. El pecado humano tenía que ser expiado y su inmundicia lavada
por Jesús, quien cumplió cabalmente con ese propósito al presentarse delante de
Dios, no sólo como Sacerdote sino como el Cordero para el sacrificio. Si
fuéramos más conscientes de lo que significó ese derramiento de sangre de Jesús,
seriamos más cuidadosos con nuestra vida espiritual y haríamos todo lo posible
por agradar a Dios.
El sacrificio de Cristo en perfecta obediencia hasta la
muerte de cruz, nos dio acceso directo a Dios, quitó toda barrera que nos
separara. Su sangre preciosa derramada limpió nuestra alma. En los sacrificios
antiguos el cuerpo de una persona podía estar ritualmente limpio, pero su
corazón lleno de suciedad. Esa persona se podía sentir temporalmente libre para
estar en el tabernáculo y sin embargo, estar lejos de la presencia de Dios.
Su sangre liberó nuestra conciencia del pecado porque nos
trajo perdón, su sangre nos presenta a un Dios que nos espera siempre con sus
brazos abiertos y su corazón lleno de amor. Su sangre nos dio la redención
eterna, fue el precio más alto para liberarnos de la condición de esclavos del
pecado y de Satanás, su sangre nos permite dejar las obras de la muerte y poder
ser servidores del Dios vivo, con una vida nueva, limpia y útil.
Su sangre nos coloca en una debida relación con nuestro
Padre celestial, pues trajo su amor a nuestros corazones, la presencia del
Cristo vivo con todo su poder para poder vencer el pecado en todo momento y en
toda situación. Su sacrificio por nosotros fue voluntario, espontáneo, racional
pues sabía lo que estaba haciendo, murió no como una víctima ignorante sino
consiente de su entrega, producto del más grande amor. Ofreció su sacrificio
por el Espíritu eterno que había de darnos para morar en nosotros, no fue una
cuestión ritual y mecánica como los sacrificios pasados, sino que detrás de su
muerte estaba la libre elección del amor por nosotros.
Por su sangre somos el pueblo escogido cuyo rey es Dios,
nuestro hogar la eternidad y exiliados del mundo, porque, aunque estemos en
este mundo ya no somos de él. Su sangre nos confirió el honor de ser usados
para los propósitos divinos y ser instrumentos de salvación para los demás. Oración.
"Señor Jesucristo, me elegiste para ser consagrado por
tu Espíritu. Despierta dentro de mí tu bondad y amor por la humanidad perdida,
capacítame para ser libre del pecado y ser lleno del fruto de tu Espíritu. Me
elegiste para obediencia y para ser rociado con tu sangre preciosa,
purificándome y apartándome para tu servicio. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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