DERRAMARÉ MI ESPÍRITU SOBRE TODA CARNE
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños,
y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las
siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”, Joel 2:28-29
En este pasaje Joel profetiza el comienzo de la iglesia de
Cristo. Tiempo donde todos podrán en todas partes invocar el nombre del Señor
Jesucristo, recibir el perdón de pecados y entrar a ser parte del reino de
Dios. Todo esto por medio de la presencia del Espíritu Santo.
El profeta estaba contemplando este tiempo, donde el
Espíritu Santo sería derramado ya no sólo sobre profetas, reyes y sacerdotes,
sino sobre toda carne, lo que alude a toda persona que ha creído en Jesucristo
y ha recibido la promesa del Espíritu: jóvenes, viejos, hombres y mujeres que
tendrán esta experiencia, para que sin distinción ni discriminaciones invoquen
la Palabra del Señor y sean instrumentos de salvación para el mundo.
Qué gran privilegio se nos ha concedido, no sólo
experimentar la salvación personal en Jesucristo, sino ser voceros que
comuniquen las buenas nuevas a todos los que deseen escuchar. Hoy la iglesia
cristiana es la voz profética de Dios y debe revelar el mensaje del evangelio
llamando al arrepentimiento y extendiendo la esperanza de Cristo a todo este
mundo afligido. El Señor con el derramamiento de su Espíritu desde Pentecostés ha
venido a morar en los creyentes para dirigir su iglesia.
Derramaré mi Espíritu”, alude a un regalo de gracia
abundante que alcanza todas las edades. Igual que en tiempos de Joel donde la
lluvia cayó en gran magnitud para restaurar la tierra seca y devastada por la
langosta, ahora es por el poder del Espíritu Santo en cada creyente que el
mensaje de salvación se esparcirá por todo este mundo que se aproxima al final
de los tiempos.
Profetizar es proclamar los propósitos bíblicos de Dios para
este tiempo, es hablar en el nombre de Dios su Palabra, y ya no es un
privilegio de unos pocos, sino un atributo para todo creyente, con lo cual no
hay excusa para que callemos, pues Dios usará aun hasta los más niños para
darle una oportunidad de salvación a todos los que nos rodean.
Reconozcamos que “invocar su nombre” es invitarlo a actuar
como Señor y Salvador, no sólo en la experiencia inicial del nuevo nacimiento,
sino invitarlo a actuar en todos los aspectos y momentos de nuestra vida. Oración.
Señor Jesucristo, gracias por derramar tu Santo espíritu
sobre mí, ya no tengo excusa para proclamar tu Palabra a los que me rodean y
hacerles entender que recibir tu gracia no es complicado ni difícil, solo basta
con disponer el corazón para aceptar a Cristo y todo lo que hizo en la cruz, y
así serán salvos. Amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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