Resistencia y derrota de Satanás
Satanás es el archienemigo de Dios y del hombre: "...
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
quien devorar; al cual resistid firmes en la fe... (1 Pedro 5:8, 9). Él es el
maestro estratega que mueve todo el mal que hay en el mundo. Su reino consta de
ángeles caídos, de demonios y de pecadores. El diablo está constantemente
tratando de desalentar, retrasar y derrotar a los obreros y la obra de Cristo;
se ha propuesto oponerse a ellos por todos los medios a su alcance. Uno de sus
nombres es "Destructor" (Apocalipsis 9:11). Satanás intenta destruir
a personas, hogares, naciones... y el plan y la obra de Dios. El mismo coordina
un ejército de espíritus inmundos llamados demonios, los cuales pueden afligir
a aquellos individuos en los cuales moran. A veces, Satanás manifiesta un
aparente control de las fuerzas de la naturaleza y es capaz de falsificar la
obra de Dios por medio de "milagros" demoníacos (2 Tesalonicenses
2:9, 10). Tiene poder y autoridad perversa tan grandes que aun el arcángel
Miguel apeló al Señor para que lo reprendiese (Judas 9). ¿Cómo podríamos usted
y yo resistir o vencer al diablo? Ciertamente sólo Dios es capaz de refrenar,
someter y derrotar a tan poderoso enemigo. Sin embargo, la Biblia otorga con
toda claridad ese poder a los cristianos como usted y como yo. No debemos ceder
a la tentación. Jesús nos dio ejemplo de cómo hacerlo utilizando la Palabra de
Dios (Mateo 4:1-11), e instó a Pedro a lograr la victoria velando y orando
(Mateo 26:41). Tenemos que permanecer firmes en la fe. La Escritura nos
promete: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7). La
palabra griega que se traduce por resistid significa "estar firmes
contra". Cuando Cristo está con nosotros podemos resistir a Satanás.
Debemos orar. Esta es nuestra arma más poderosa; la oración
USTED hace que se manifieste la presencia de Cristo y Satanás
y sus demonios tienen que caer a tierra como el populacho que fue a prender a
Jesús (Juan 18:6). La oración echa mano de las promesas de Dios y las erige en
muro entre nosotros y los poderes de las tinieblas. La oración puede hacer que
los ángeles de Dios acudan de inmediato en nuestro auxilio (2 Reyes 6:1517;
Daniel 10:13; Hebreos 1:14), trastornar los planes de Satanás y combatir
cualquier disposición posible de las fuerzas demoníacas. En Efesios 6,
describiendo nuestra guerra espiritual, Pablo dice: "Porque no tenemos
lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes" (v, 12). En el versículo anterior, el
apóstol había hablado de nuestra necesidad de estar firmes. Contra las
asechanzas del diablo, y ahora enumera las distintas partes de la armadura
espiritual que debemos llevar en la guerra contra Satanás. Pero ¿cómo hemos de
luchar una vez que estemos completamente armados? Pablo nos sugiere dos formas
de hacerlo: con la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, y por medio
de la oración. La oración es la estrategia principal que Dios nos da para
derrotar y poner en fuga a Satanás: "Orando en todo tiempo con toda
oración y súplica en el Espíritu" (Efesios 6:18). Cuando oramos, el
Espíritu Santo puede investirnos de tal poder que el dominio del diablo sobre
las vidas es quebrantado, los obstáculos que él pone entre nosotros y el reino
quitados, y su obra destruida. Cristo vino para deshacer las obras de Satanás
(1 Juan 3:8); lo cual llevó a cabo potencialmente en el Calvario. Ahora, el
Señor impone su victoria -realizada en la cruz-por medio de las oraciones de su
Novia: la Iglesia. Esta es la razón por la cual el pueblo de Dios es, al mismo
tiempo, su ejército. Si la iglesia aceptara su papel sagrado de milicia divina;
si los creyentes se estimularan unos a otros a la prioridad, establecida por
Dios, de la oración; si se unieran entre sí en una intercesión militante guiada
y ungida por el Espíritu, veríamos a Satanás derrotado, seríamos visitados por
el Señor desde el cielo con avivamiento, y realizaríamos la mayor siega de almas
que jamás hubiéramos conocido. Somos llamados a frenar a Satanás, a hacerlo
retroceder y a derrotarlo por medio de la oración y del ayuno; pero tenemos demasiado
poco espíritu de oración, somos excesivamente pasivos, nos sentimos demasiado
contentos con la mediocridad espiritual y la relativa esterilidad en la obra de
Dios. Parecemos satisfechos permitiendo que el diablo obtenga la victoria.
[Señor, despiértanos! ¡Enséñanos a orar! ¡Guíanos a una guerra tal de oración
que reclamemos a individuos claves, a familias enteras, e incluso a continentes
para Cristo! [Póngase de rodillas y la evangelización mundial se verá revolucionada!
[Póstrese, y se manifestarán los triunfos
de Cristo!
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