EL GRAN OBJETIVO DE SATANÁS
El gran objetivo de Satanás es establecer para el hombre un
sistema que sustituya enteramente la dirección del Espíritu Santo; ello será su
obra maestra de los tiempos del fin, y la característica prominente de la gran
apostasía que se acerca rápidamente. Entonces, Satanás se manifestará
abiertamente y en su misma persona, como dios de este mundo, lo que, de
momento, está aún escondido en misterio.
Queridos hermanos, es tiempo ya que los cristianos
despertemos del sueño espiritual y examinemos si de una manera o de otra no nos
hemos asociado a un sistema que madura rápidamente para el juicio.
Pero, dirán algunos, ¿cómo podemos nosotros impedir este
estado de cosas? ¿No nos hallamos sujetos a ellas, aun a pesar nuestro, por
nuestro comercio, nuestras profesiones, como miembros de la sociedad? ¡No
podemos abandonar nuestras ocupaciones diarias! Claro, es una necesidad que
cada uno admite, pero debemos notar que el hecho que cada uno la admita prueba
que no es de Dios: «Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe»
(1 Jn 5:4), La fe no repara en las circunstancias exteriores, en lo que es
posible o en lo que sea imposible; la fe no considera lo que se ve, sino que
confía en Dios. Alrededor nuestro, muchas personas nos pueden aconsejar acerca
de lo que conviene hacer o evitar en la sociedad humana, pues lo que conviene al
mundo es su regla y medida. Puede ser que ellas vean trazado claramente el
camino que siguen, y que éste sea perfectamente razonable y satisfactorio; mas
ello no tiene ningún valor para el cristiano que anda por la fe: éste bien sabe
que lo que se considera universalmente como el buen camino será, al contrario,
el camino de perdición, pues es el camino ancho (Lc 16:15; Mt 7:13).
¿DEBE EL CRISTIANO PARTICIPAR EN POLÍTICA?
Por ejemplo, muchos estiman que un buen ciudadano, un
cristiano, debe interesarse por el gobierno de su país, y debe votar,
contribuyendo así a llevar al poder hombres honorables. Pero Dios habla muy
diferentemente. Repetidas veces en su Palabra, y de diversas maneras, Él me
dice que como hijo suyo, no soy ciudadano de ningún país ni miembro de sociedad
alguna: «Nuestra ciudadanía está en los cielos» (Fil 3:20): Desde entonces no
tenemos otro quehacer que las cosas celestiales. «En la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gá
6:14). Si las cosas terrenales absorben mis pensamientos y mi corazón, me
constituyo en «enemigo de la cruz de Cristo» (Fil 3:18). «No os conforméis a
este siglo» (Ro 12:2).
NUESTRA CONDUCTA FRENTE A LAS AUTORIDADES
¿Qué tenemos entonces que ver con las autoridades? Pues
sujetarnos a ellas, ya que Dios las ordenó; cuando imponen sus tributos,
satisfacerlos, y hacer rogativas por los reyes y por todos los que están en
eminencia (1 Ti 2:1). Resulta, pues, que lo único que un cristiano puede
realizar en política, es someterse a las potestades superiores, «no solamente
por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia» (Ro 13:5). Sin
duda alguna, en Cristo, él (el cristiano) es heredero de todo, incluso de la
tierra en la cual el sistema mundano opera hoy en día; pero lo mismo que
Abraham en el país de Canaán, Dios no le da siquiera donde poner el pie. Como
herencia actual suya: «El justo por su fe vivirá» (Hab 2:4).
Si pues el verdadero hijo de Dios deja de tomar posición
definida en cosas de política, no es tanto que crea malo el adherirse a una
opinión, sino que ha dado su voto y su adhesión a Aquel que está en los cielos,
y que Dios ha ensalzado como Rey de los reyes y Señor de los señores. Además,
las cosas terrenales perdieron todo interés para él, porque ha hallado cosas de
mucho mayor valor y atractivo. También ve que el mundo es impío en su espíritu
y en su esencia, y que sus reformas y progresos más preciados van apartando
progresivamente de Dios el corazón del hombre. Desea dar testimonio de Dios y de
su verdad, anunciando el juicio venidero en el día de la aparición de Cristo,
cuando los hombres se congratularán creyendo estar en paz y seguridad; y espera
que, por él, algunos aprenderán a librarse de los lazos en los cuales Satanás
quiere aprisionar la humanidad entera.
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