Contacto con el salón del trono
Como hijo de Dios usted tiene plena autoridad para ponerse en
contacto con El -el Soberano del universo- siempre que lo desee. Dios está en
todo momento en su trono celestial, sin embargo, por medio de la oración, usted
cuenta con el mismo acceso a su presencia que pueda tener cualquier ángel o
arcángel; no necesita esperar a que se le invite, ya está invitado. Tampoco
tiene que fijar una cita con anterioridad; se le ha autorizado acercarse a Dios
al instante. El jamás está demasiado ocupado para escucharle, ni demasiado
absorto para contestarle. Cuando uno se dirige al Señor del universo esto
cambia por completo. Jesús expresó: "Cuando oréis, decid: Padre
nuestro..." (Lucas 11:2). En este caso no hay títulos que uno no se atreva
a omitir por miedo a deshonrar a Dios; ni frases recomendadas que hagan más
sagrada o segura de respuesta su oración; cormo tampoco palabras oficiales que
se tenga la obligación de utilizar. Cuando la reina Isabel visitó la India, seleccionaron
a una niñita para que le diese un ramo de flores. Durante semanas enteras la
pequeña estuvo practicando exactamente cómo debía hacer la reverencia y cómo
retirarse de su majestad para no darle la espalda (y sin caerse); pero usted puede tener la certeza de
que a los hijos de la soberana no se les imponían tales restricciones. Cuando
usted ora, se acerca a Dios como hijo suyo. No necesita esperar a que un ángel
le introduzca, ni tratar de hacerse más aceptable. Tampoco tiene que preparar
cuidadosamente lo que quiere decir. Simplemente, viene a El tal y como es, le
habla con sinceridad y le dice cómo se siente y lo que desea. No hay postura
para orar más sagrada que otra. Usted es hijo de Dios y Él está ansioso y
dispuesto para oírte la necesidad que ay en tu corazón
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