Promesas benditas
Si andáis en mis preceptos y guardáis mis mandamientos, y los
ponéis por obra, yo os enviaré las lluvias a su tiempo, y la tierra y el árbol
del campo darán su fruto. (Levítico 26:3-4)
¡Qué pasaje tan bello! ¡Qué bella colección de promesas!
Cuando Él les pidió que guardaran Sus mandamientos, no se estaba refiriendo
sólo a los diez mandamientos. Él sabía que la naturaleza humana caída, con su
inherente tendencia a la autosuficiencia, nunca podría guardarlos. No sólo
significaba los diez mandamientos, sino todas las provisiones para la
redención que estaban proveídos con ellos: las ofrendas, los
sacrificios, las purificaciones, las sanaciones, y todas las otras provisiones
que apuntan a Jesucristo. En otras palabras: “Si caminas frente a mí”, dijo,
“usando las provisiones que os he hecho disponibles para no pecar y no ser rebeldes
en vuestro corazón, entonces las bendiciones serán vuestras”.
Las bendiciones son multiplicadas por seis. Hay un
equivalente para cada uno de estas en la vida espiritual hoy. Dios significó
esto materialmente para Su pueblo, pero también es una imagen de las
bendiciones espirituales que son nuestras en nuestra vida hoy. Así que este
pasaje tiene una aplicación directa para nosotros. La primera promesa es
fecundidad. Dios dijo: “La tierra dará su fruto”. Tu vida será fructífera. Será
una bendición a otros. Segundo, habrá un suministro completo: “Vuestra trilla
alcanzará hasta la vendimia y la vendimia alcanzará hasta la siembra; comeréis
vuestro pan hasta saciaros” (v. 5a). Tendréis todo lo que necesitáis; cada
recurso os será proveído. Tercero, tendréis seguridad: “Yo daré paz en la
tierra y dormiréis sin que haya quien os espante” (v. 6a). Ningún enemigo que
venga en contra de vosotros os podrá oprimir o llevaros cautivos. Dios os
protegerá. La cuarta bendición es aumento: “os haré crecer, os multiplicaré y
afirmaré mi pacto con vosotros” (v. 9b). Vuestra vida afectará las vidas de
otros. Encontraréis que el alcance de vuestra influencia se extenderá, llegando
a dimensiones más grandes. Quinto, tendréis un sentido de la presencia divina
de Dios, de comunión con el Dios vivo: “Andaré entre vosotros: seré vuestro
Dios y vosotros seréis mi pueblo” (v. 12). Tendréis un sentido de comunión
íntima con Dios. Todo esto está garantizado por el carácter de Dios, Aquel que
liberó a Israel de la tierra de Egipto, Aquel que es capaz, en sexto lugar, de
liberar y de exaltar, de hacer que el pueblo “ande erguido”, como deben andar y
vivir los hombres y las mujeres. Ese es el tipo de Dios que es, y eso es lo que
dice que hará.
Estas bendiciones encuentran su equivalente en nuestras
propias vidas en términos de la efectividad espiritual y de la productividad
que Dios producirá, si tomamos de la provisión que ha hecho para nosotros en
Jesucristo y si tratamos honesta y abiertamente con Él. Eso es todo lo que Dios
pide. No nos pide que seamos inmaculados; nos pide que seamos honestos. Nos
pide que no nos engañemos a nosotros mismos, no intentar fingir, no presentar
una cara falsa, una pared detrás de la cual nos escondemos, no ponernos una
máscara que no es real, sino ser honestos y abiertos, y recurrir a los recursos
que nos ha dado en Jesucristo.
Padre, gracias por Tu amor incesante y por todas las
bendiciones que has proveído al permanecer yo en Jesucristo.
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