Una Palabra de Dios Para Los Que Enseñan
“Pero tú has seguido mi doctrina, conducta…” (2 Timoteo 3:10)
Si quieres que tus enseñanzas impacten, debes hacer estas
tres cosas:
(1) Conocer a tus estudiantes.
Esto requiere compromiso y tiempo. Aquí es donde se pierden
un montón de profesores. No hay una fórmula mágica. Enseñar bien tiene un
precio: debes estar dispuesto a dar tu vida por otros. Si tus estudiantes
tienen que “atraparte” a la salida de la clase para tener un momento contigo,
no vas a poder llegar a ellos. Preocuparte por alguien es más importante para
esa persona que lo que te puedes imaginar.
(2) Ganar “a pulso” el derecho a ser escuchado.
Sal a la calle y dile al primero que encuentres que sabes
cuál es su problema, y ni te escuchará. Aunque sepas cuál es su problema, no
vas a poder llegar a su corazón, porque la credibilidad debe preceder a la
comunicación. Nuestra “célebre” sociedad nunca ha tenido esto en claro… Tienes
que ganarte su atención.
(3) Estar dispuesto a ser vulnerable.
Son los quebrantados los que se convierten en maestros para
arreglar las cosas. No temas que la gente sepa tus problemas presentes y
pasados. Las personas tienden a vernos más como somos ahora que en vez de ver
de dónde hemos venido y lo que hemos pasado; no han visto el proceso. Así que,
háblales del Dios que conoces personalmente y de lo que Él te ha ayudado a
superar. ¡Eso les impactará siempre! ¿Quieres ser un maestro que llegue al
corazón del otro? Pon en práctica estos principios.
“…todo el que sea perfeccionado, será como su maestro” (Lucas
6:40)
Deja de crecer y dejarás de enseñar. La verdad no cambia,
pero tu conocimiento sobre ella debería. Pedro escribió: “…creced en la gracia
y el conocimiento…” (2 Pedro 3:18). Esto requiere una actitud de que todavía no
has llegado a tu destino final. Todos los que aplican este principio se
preguntan constantemente: ¿Cómo puedo mejorar? ¿Te dedicas a enseñar a otros?
¿De dónde estás “bebiendo”? Jesús dijo: “…todo el que sea perfeccionado, será
como su maestro” (Lucas 6:40). Estas palabras deberían o motivarte o hacerte
caer de rodillas. Si quieres impactar a los demás, debes pedirle a Dios que te
impacte a ti en primer lugar. Él quiere actuar por medio de ti, pero no puede
hacerlo hasta que obre en ti. Te usará como instrumento suyo, pero antes quiere
afilar y limpiar ese instrumento para que se convierta en uno más efectivo en
sus manos. De manera que, si quieres ser más eficaz a la hora de enseñar, haz
todo lo posible para reforzar al profesor, o sea, a ti mismo.
…PROSIGO A LA META…” (Filipenses 3:14)
Si quieres cambiar vidas, tú mismo debes cambiar, y nunca
serás demasiado viejo para hacerlo porque no tiene nada que ver con la edad y
mucho con la actitud. “Bueno, yo ya me estoy haciendo demasiado viejo”, dirás.
Demasiado viejo, ¿cuántos años es eso? ¿Estás muerto? No, puedes decir, todavía
estoy vivo. ¡Bien! Entonces, aprende, o morirás mentalmente… Las personas
mayores pueden ser excelentes aprendices. El apóstol Pablo era uno de ellos.
Cerca del final de su vida, cuando la mayoría de nosotros “busca una mecedora”,
él escribió: “…olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). Él no estaba ni orgulloso de sus éxitos
ni avergonzado de sus fracasos. Aprendió del pasado, pero se negó a vivir en
él. Su meta estaba siempre delante de él y se relacionaba propiamente con el
presente. Dijo: “prosigo a la meta…” Cada mañana, cuando Pablo abría los ojos,
pensaba: “Éste es un nuevo día lleno de posibilidades; Señor, ayúdame a
aprovechar cada momento”. Como dice el refrán: “Cuanto más viejo el violinista,
más dulce la melodía”, pero sólo si sigues practicando y te mantienes en forma.
De lo contrario Dios nos dice. Santiago
3.1 HERMANOS míos, no os hagáis muchos maestros,
sabiendo que recibiremos mayor condenación
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