SIN SANTIDAD NADIE LE VERÁ
CRECIENDO EN SANTIDAD:
Hebreos 12:14 dice: "Seguid la paz con todos, y la
santidad sin la cual nadie verá al Señor". Observe que este texto une la
PAZ y la SANTIDAD. Primero dice que debemos procurar la paz con todo el mundo.
Debemos anhelar y esforzarnos por estar en paz con todos los hermanos. Esto
exige amor y misericordia. La Regla de Oro dice que hagamos a otros como nos
gustaría que ellos hicieran con nosotros. La segunda parte de hebreos 12:14
dice: "...y la santidad sin la cual nadie verá al Señor". Sin
santidad nadie verá al Señor. Debemos tener un conocimiento claro y preciso de
lo que esto implica.
Cristo dijo: "Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto". (Mateo 5:48). Nos llamó
a perfección; algo más que santidad. En la santidad aún hay espacio para ser
más santos. Podemos estar limpios delante de Dios y limpiarnos más. Pero si se
es perfecto, se ha alcanzado la plenitud. Tenemos que seguir esforzándonos
hasta alcanzar la altura de la plena bendición de Dios.
META QUE ALCANZAR:
•Hay una bendición muy importante y decisiva, que debemos
esforzarnos por alcanzar: EL RAPTO DE LA IGLESIA. Estamos luchando por dos
cosas: La Salvación y el Rapto. En 1 Tesalonicenses, capítulo 5, verso 23,
encontramos un mensaje del Apóstol Pablo para nosotros, los que queremos irnos
en el Rapto. Dice: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y
todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la
Venida de Nuestro Señor Jesucristo". Veamos algunos detalles de esta preciosa
escritura:
1"….Y el mismo Dios de paz...". Dios es un Dios de
Paz y quiere que vivamos en paz los unos con los otros.
2.".... os santifique por completo...", puede haber
santidad y limpieza, pero puede que no estemos completamente santos y limpios.
3”.... y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo...",
Dios está interesado en todas las áreas de nuestro ser. El espíritu, el alma y
el cuerpo.
4."... sean guardados irreprensible...",
irreprensible significa, que no hay motivo por el cual ser reprendido, sin
tacha, sin defectos, sin errores, sin manchas y sin arrugas.
5."... para la Venida de Nuestro Señor Jesucristo".
Implica que seamos dignos de ser levantados en el Rapto.
En este verso Pablo nos está hablando específicamente del
Rapto, que es lo primero que va a ocurrir en relación con la Segunda
Venida de Cristo.
SANTIDAD INTERIOR:
Veamos qué significa "por dentro". Muchas personas
por dentro están llenas de engaño, mentira, odios, rencores, vanagloria,
soberbia y otras cosas negativas.
SANTIDAD EN EL ESPÍRITU:
Un espíritu santificado posee la naturaleza de Dios. Dios le
ha impartido su naturaleza, su amor, su gozo, su paz, su mansedumbre, su
paciencia, su bondad, su fe, y su templanza. Eso es un espíritu santificado, y
todo esto procede de Dios. Antes de conocer al Señor teníamos un espíritu
soberbio, terco y arrogante.
SANTIDAD DEL ALMA:
La Palabra dice que también tenemos que estar santificados en
el alma. El alma es el asiento de nuestras emociones. En Getsemaní, Jesús dijo:
"Mi alma está triste...". Fue una emoción que se manifestó a través
de su alma debido a la trágica situación por la que estaba pasando. Las
emociones de un alma santificada son santas, espirituales y limpias.
La Biblia habla de un hombre que se expresó así:
"...alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come,
bebe, regocíjate" (Lucas 12:19). Así se expresa un alma inconversa. Pero
David, siervo de Dios, rey y profeta de Israel, dijo: "Mi alma tiene sed
de Dios, del Dios vivo".
Si su alma está limpia y llena del Espíritu Santo, usted es
santo, y sus emociones son espirituales. Usted anhelará danzar en el espíritu,
cantar coritos, gozarse en el Señor, leer la Palabra de Dios y ver sus milagros
y señales. Sus anhelos y sus emociones son espirituales. Se emociona y se ríe
en el espíritu. Llora cuando ve las almas perdidas y se goza cuando éstas se
convierten a Cristo. CON EL PECADOR NO SUCEDE ASÍ. Este salta y grita cuando ve
que el jugador conecta un cuadrangular, brinca de júbilo y alegría cuando hace
un gol, y se emociona grandemente cuando ve que su equipo de fútbol hace una
anotación. SUS EMOCIONES SON CARNALES. Se goza cuando lo invitan a un banquete,
para llenar su estómago. Ríe y llora viendo películas, novelas y programas
mundanos, disfruta la música mundana y siente placer participando de las
actividades, de los placeres y de los deleites de los pecadores.
CON EL CREYENTE NO SUCEDE LO MISMO, Este ha sido
limpiado y santificado por dentro. Su alma está llena del amor de Dios, de
mansedumbre, de humildad y de otros frutos del Espíritu. Jesús dijo: "De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
Reino de Dios" (Juan 3:3). Está hablando de un nuevo nacimiento interno,
que viene de arriba, de Dios, en el cual Dios entra y toma dominio de nosotros.
Él vive en nosotros y nos llena de su santidad. Entonces, usted es santo,
porque ya no vive usted; Él vive en su espíritu y se manifiesta a través de su
persona. Como el apóstol Pablo podemos decir"... ya no vivo yo, más vive Cristo
en mí..." (Gálatas 2:20).
EL HOMBRE ESPIRITUAL:
El hombre espiritual ha sido santificado por el poder del
Espíritu Santo. Vive la santidad que Dios demanda en espíritu, alma y cuerpo.
Sabe lo que le pertenece en Cristo. Progresa espiritualmente porque saca tiempo
para leer y estudiar la Palabra de Dios hasta que ésta se convierte en parte de
sí mismo. Mantiene una íntima relación con el Padre, llegando a conocerle
profundamente a través de las enseñanzas y el Ministerio de Cristo. Conoce a
Jesús como Salvador y Señor, pero le reconoce también como su Sumo Sacerdote e
Intercesor. Está consciente de la autoridad que posee como creyente en el Señor
Jesús, quien está sentado a la diestra del Padre.
El hombre santificado en su interior conoce al Espíritu Santo
como Consolador, Consejero, Ayudador, Intercesor y Maestro. El Espíritu Santo
le capacita para servir al Señor Jesús; en el Reino de Dios no se consigue nada
sin su ayuda. Es el secreto del éxito del hombre espiritual en su vida y en su
ministerio.
El hombre espiritual ha descubierto que su capacidad proviene
de Dios (2 Corintios 3:5). Puede decir como Pablo: "Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). A diferencia del hombre
carnal, el hombre espiritual es gobernado por la Palabra de Dios y no por sus
sentidos. Permite que la Palabra de Dios le controle, eliminando así el poder
de Satán sobre él. Es un cristiano victorioso que se alimenta diariamente de la
Palabra de Dios, sabiendo que, lo que es el pan para su cuerpo físico, es la
Palabra de Dios para su espíritu.
SANTIFICADOS POR SU SANGRE:
El primer paso para iniciarse en una vida de santidad es
aceptar a Cristo como único y exclusivo Salvador. Aceptarle es reconocer que su
sangre nos limpia de todo pecado.
Cuando el hombre pecó, perdió la santidad con que Dios le
creó y cayó de la gracia bajo sentencia de muerte. Dios elaboró un plan para
rescatarlo de la muerte y restaurarlo a su naturaleza original, haciendo que
volviese a la comunión con su Creador. Dios se hizo hombre para morir en
nuestro lugar. Mediante el derramamiento de su sangre, no sólo nos libertó de
la maldición del pecado, sino que nos adoptó como hijos. (Lea Gálatas 4:4,5 -
Hechos 26:18 - Colosenses 1:12-14).
Los que no han sido lavados en la sangre de Cristo participan
de la naturaleza del diablo. Estos son del mundo, y sus pasiones, deseos y
apetitos están controlados por el maligno. Esa naturaleza mundana se manifiesta
en glotonería, borrachera, ira, malicia, venganza, avaricia, celos amargos,
vanagloria, vanidad, inmoralidad, inmodestia, indecencia, nudismo,
exhibicionismo, mundanalidad, orgullo, pasiones desordenadas, amor por el
dinero, por el poder, por la fama, por el deporte, por los placeres, por los
deleites y otros.
Si aún no ha aceptado a Cristo como su Salvador personal, hoy
es día de salvación. Cristo le ofrece un traslado del mundo de las tinieblas al
mundo de la luz. Le ofrece hacerle su hijo con derecho a una herencia
incorruptible en los cielos. No deje pasar esta oportunidad y haga la decisión
más sabia y más importante de su vida.
SANTIFICADOS POR EL AMOR:
La santidad interior se manifiesta a través del fruto del
Espíritu. El alma y el espíritu que es santificado por el Espíritu Santo, primeramente,
ama. Jesús dijo que el mundo nos conocería por el AMOR. "En esto conocerán
todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros",
(Juan 13:35). Lo más hermoso de la naturaleza de Dios es el amor. Ese amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha
sido dado. Cuando amamos como Dios nos ama, el sentir del Espíritu Santo está
en nosotros. El sentir de Dios en nosotros es un anhelo porque las almas se
salven.
El camino más excelente, como dice Pablo en 1 Corintios
12:31, es el del amor. Permitamos que el amor de Dios brote a raudales de
nuestros corazones, permitiendo que seamos conocidos por nuestro amor. Es
lastimoso ver hermanos que son conocidos por su arrogancia, su vanidad, su
inmoralidad, su tibieza, su mundanalidad, sus enojos, sus iras, su indiferencia
y su falta de amor. Estas son obras de la carne, las cuales hay que poner a los
pies de Cristo para que Él opere el milagro de la transformación y
santificación interna.
SANTIFICADOS POR LA FE:
En Romanos 1:17 dice: "Porque en el Evangelio la
justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo
por la fe vivirá". Y hebreos 11:6 añade: "Pero sin fe es imposible
agradar a Dios...". Para que nuestra fe esté bien fundamentada tenemos que
conocer bien al autor y consumador de nuestra fe: A Cristo. El conocer a
Cristo, hará que queramos ser como Él. Fe es unión con Cristo, y está unión
envuelve y garantiza una semejanza con Cristo cada vez mayor.
Los discípulos reconocieron la importancia de crecer en la fe,
por lo que dijeron a Jesús: "Auméntanos la fe" (Lucas 17:5). Cuando
el cristiano toma la santidad, la fe, el amor, la paciencia y la gracia de
Jesús para aplicarla a cada situación que se le presenta, está viviendo en la
santidad de Cristo. Por la FE nos apropiamos de sus atributos.
SANTIFICADOS POR LA PALABRA:
Cuando Jesús oró por sus discípulos dijo: "Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es la verdad" (Juan 17.17). Cuando permitimos que
Su Palabra nos instruya, nos redarguya, nos corrija y nos enseñe a ser justo,
vamos por el camino de la santificación que nos conduce a la perfección. En 2
Timoteo 3:16,17 dice: "Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que
el hombre de Dios SEA PERFECTO, enteramente preparado para toda buena
obra". Eso es santificación a través de la Palabra. Ella es como un
espejo; cuando uno se mira en ella, puede evaluar su condición espiritual.
Santiago 1:25 dice: "Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de
la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de
la obra, éste será bienaventurado en lo que hace".
En 2 Corintios 3:18 hay una hermosa descripción de la
santificación de todo nuestro ser: "Por tanto, nosotros todos, mirando a
cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor".
Mientras contemplamos la gloria de Cristo, nuestras vidas son transformadas a
su imagen. La única forma de contemplar a Cristo es a través de su Palabra.
Contemplándolo diariamente ¡remos adquiriendo sus rasgos; a saber: amor, gozo,
paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre, templanza.
La falta de santidad en el pueblo de Dios se debe en parte a
la falta de conocimiento de la Palabra. Ella es el instrumento que Dios usa
para santificarnos, pero lamentablemente no se le está dando la atención que
merece. La Palabra es eficaz y hace aquello para lo cual es enviada: redarguye,
revela el pecado, despierta conciencia, revela el carácter de Cristo a quien
debemos imitar, y crea convicción en los corazones. Además, tiene poder para
separar al hombre de las obras del mundo, de la carne y del diablo.
La Palabra nos enseña cómo debemos vivir. Abarca todas las
áreas de nuestra vida. En ella, encontramos mandamientos para nuestras
necesidades financieras, nuestra sexualidad, nuestra vida en el hogar, nuestra
forma de vestir, nuestros ministerios, vida de oración y trabajo, etcétera. La
santidad que es por la Palabra vivifica nuestras almas. Por esto el salmista
dice en el Salmo 119:154: "Defiende mi causa y redímeme; vivifícame con tu
palabra". Debemos mirarnos en el espejo de la Palabra diariamente para
LIMPIARNOS y SANTIFICARNOS; el Espíritu Santo usa la Palabra para guiarnos en
el camino de la PERFECCIÓN.
SANTIFICADOS POR EL SERVICIO:
Vimos que SANTIDAD es separación del pecado y consagración a
Dios. Cuando dedicamos nuestras vidas a su servicio para Él y creciendo en
santidad, podemos decir que estamos presentando nuestros cuerpos en sacrificio
vivo a Él.
El Apóstol Pablo dice que presentemos los miembros de nuestro
cuerpo como instrumentos de justicia (Romanos 6:13). Cuando éramos del mundo
presentábamos nuestros cuerpos como instrumentos de pecado, más ahora que le
hemos conocido presentamos nuestros cuerpos para servir a la justicia (Romanos
6:19). Este es nuestro culto racional; o sea, que nuestro servicio, trabajo u
ofrenda a Dios, es una forma consciente de adorarle y honrarle. "... Para
que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó
por ellos". (2Corintios 5:14,15)
SANTIDAD Y OBEDIENCIA:
En 1 Pedro 1:2 habla de la santidad por el Espíritu para
obedecer. El hombre espiritual siente satisfacción en obedecer a Dios. Por el
contrario, la desobediencia produce frustración, inseguridad y sentido de
culpa. La desobediencia es rebelión, y el crecimiento de la santidad se detiene
cuando ella domina. Cuando nos sometemos a la voluntad de Dios sentimos gozo y
paz en nuestros corazones. De modo que, o nos sometemos a Él, o viviremos una
vida sin el disfrute de su gracia, su presencia y su santidad.
LA SANTIDAD Y EL TESTIMONIO:
La santidad es característica de la naturaleza moral de Dios.
Esa naturaleza es impartida a nosotros a través de la Palabra por medio del
Espíritu Santo. Cuando el nuevo creyente entra a la comunidad de los fieles, se
producen cambios en su vida y en su conducta. DIOS DEMANDA DE NOSOTROS UNA VIDA
SANTA, TANTO EN NUESTRA NATURALEZA INTERIOR COMO EXTERIOR. El producto
principal del Espíritu Santo es la santidad, y como consecuencia, viene el
darse en servicio para ganar a otros para Cristo. Cuando esa naturaleza divina
se manifiesta en nosotros, aún los no creyentes reconocen que somos de Jesús porque
nuestro testimonio es limpio delante de Dios y de los hombres. Nuestra conducta
hablará más fuerte que nuestras palabras, ya que viviremos lo que predicamos. En la Iglesia de Cristo hay dos clases de
Hijos de Dios. Está el Hijo carnal y el
Hijo Espiritual. Para el carnal dice que es imposible que se pueda ser santo
porque lo razona con la mente carnal. El Hijo Espiritual sabe que no es
perfecto, pero sí que se esfuerza para no practicar el pecado y si cayere en
pecado le produce un dolor en el corazón porque sabe que le ha fayado a Dios y
se quebranta y le pide perdón al Padre Eterno que está en los cielos. PORQUE LO
QUE ES IMPOSIBLE PARA EL HOMBRE PARA DIOS ES POSIBLE
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