SANTIFICADOS POR LA PALABRA:
Cuando Jesús oró por sus discípulos dijo: "Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es la verdad" (Juan 17.17). Cuando permitimos que
Su Palabra nos instruya, nos redarguya, nos corrija y nos enseñe a ser justo,
vamos por el camino de la santificación que nos conduce a la perfección. En 2
Timoteo 3:16,17 dice: "Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que
el hombre de Dios SEA PERFECTO, enteramente preparado para toda buena
obra". Eso es santificación a través de la Palabra. Ella es como un
espejo; cuando uno se mira en ella, puede evaluar su condición espiritual.
Santiago 1:25 dice: "Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de
la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de
la obra, éste será bienaventurado en lo que hace".
En 2 Corintios 3:18 hay una hermosa descripción de la
santificación de todo nuestro ser: "Por tanto, nosotros todos, mirando a
cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor".
Mientras contemplamos la gloria de Cristo, nuestras vidas son transformadas a
su imagen. La única forma de contemplar a Cristo es a través de su Palabra.
Contemplándolo diariamente ¡remos adquiriendo sus rasgos; a saber: amor, gozo,
paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre, templanza.
La falta de santidad en el pueblo de Dios se debe en parte a
la falta de conocimiento de la Palabra. Ella es el instrumento que Dios usa
para santificarnos, pero lamentablemente no se le está dando la atención que
merece. La Palabra es eficaz y hace aquello para lo cual es enviada: redarguye,
revela el pecado, despierta conciencia, revela el carácter de Cristo a quien
debemos imitar, y crea convicción en los corazones. Además, tiene poder para
separar al hombre de las obras del mundo, de la carne y del diablo.
La Palabra nos enseña cómo debemos vivir. Abarca todas las
áreas de nuestra vida. En ella, encontramos mandamientos para nuestras
necesidades financieras, nuestra sexualidad, nuestra vida en el hogar, nuestra
forma de vestir, nuestros ministerios, vida de oración y trabajo, etcétera. La
santidad que es por la Palabra vivifica nuestras almas. Por esto el salmista
dice en el Salmo 119:154: "Defiende mi causa y redímeme; vivifícame con tu
palabra". Debemos mirarnos en el espejo de la Palabra diariamente para
LIMPIARNOS y SANTIFICARNOS; el Espíritu Santo usa la Palabra para guiarnos en
el camino de la PERFECCIÓN.
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