SANTIDAD DEL ALMA:
La Palabra dice que también tenemos que estar santificados en
el alma. El alma es el asiento de nuestras emociones. En Getsemaní, Jesús dijo:
"Mi alma está triste...". Fue una emoción que se manifestó a través
de su alma debido a la trágica situación por la que estaba pasando. Las
emociones de un alma santificada son santas, espirituales y limpias.
La Biblia habla de un hombre que se expresó así:
"...alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come,
bebe, regocíjate" (Lucas 12:19). Así se expresa un alma inconversa. Pero
David, siervo de Dios, rey y profeta de Israel, dijo: "Mi alma tiene sed
de Dios, del Dios vivo".
Si su alma está limpia y llena del Espíritu Santo, usted es
santo, y sus emociones son espirituales. Usted anhelará danzar en el espíritu,
cantar coritos, gozarse en el Señor, leer la Palabra de Dios y ver sus milagros
y señales. Sus anhelos y sus emociones son espirituales. Se emociona y se ríe
en el espíritu. Llora cuando ve las almas perdidas y se goza cuando éstas se
convierten a Cristo. CON EL PECADOR NO SUCEDE ASÍ. Este salta y grita cuando ve
que el jugador conecta un cuadrangular, brinca de júbilo y alegría cuando hace
un gol, y se emociona grandemente cuando ve que su equipo de fútbol hace una
anotación. SUS EMOCIONES SON CARNALES. Se goza cuando lo invitan a un banquete,
para llenar su estómago. Ríe y llora viendo películas, novelas y programas
mundanos, disfruta la música mundana y siente placer participando de las
actividades, de los placeres y de los deleites de los pecadores.
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