Soy culpable
“¿Por qué,
pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus
ojos?” 2 samuel 12: 9a
Dios envió
al profeta Natán a que reprendiera a David por haber cometido gravísimos
pecados. Entre otras maldades, David había asesinado a Urias, un buen hombre y
tomado a su mujer Betsabé dejándola embarazada. Como consecuencia de su pecado,
el hijo nacido con Betsabe murió y Absalón, otro de sus hijos, organizó un
golpe de estado contra su padre David tomando su trono, además de todo lo
exilió y quiso matarlo. En este contexto, cuando David huía de Absalon, escribe
el Salmo 3 llamado: Oración matutina de confianza en Dios del que surgen
algunas preguntas:
– ¿Cómo
puede ser que un hombre culpable se acerque a Dios a pedir su ayuda?: “¡Oh
Jehová, ¡cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se
levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en
Dios.” (vs 1 y 2)
– ¿Cómo
puede ser que un hombre culpable haga la siguiente afirmación? “Mas tú, Jehová,
eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza” (vs 3)
– ¿Cómo
puede ser que a un hombre culpable Dios escuche y responda?: “Con mi voz clamé
a Jehová, y él me respondió desde su monte santo. Selah” (vs 4)
– ¿Cómo
puede ser que un hombre culpable duerma tranquilo con todo un pueblo y su hijo
siguiéndole para aniquilarlo? “Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová
me sustentaba. No temeré a diez millares de gente, Que pusieren sitio contra
mí. (vs 5 y 6)
La respuesta
a estas preguntas está en el siguiente versículo: “Entonces dijo David a Natán:
Pequé contra Jehová” (2 samuel 12:13a). David no se excusó, no se justificó, se
declaró culpable y se arrepintió. Natan le dice: “También Jehová ha remitido tu
pecado; no morirás” (2 samuel 12:13b). David también acepta el regalo del
perdón y la misericordia de Dios, acepta las graves consecuencias de su pecado
y sigue adelante con su relación con Dios.
Dios nunca
rechaza un corazón humilde que reconoce sus pecados y acepta su perdón. Sin
duda somos culpables, pero la sangre de Cristo nos redime, nos limpia y nos
justifica delante de nuestro Padre. Oración.
«Padre de la
gloria dame un corazón que dependa totalmente de tu misericordia, ayúdame a
reconocer mis culpas y permíteme seguir adelante de tu mano por medio de Jesús.
Amén.
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