Esto es
discipulado
“Por tanto,
id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén”. Mateo 28:19-20
Jesus dijo
“vayan” y hagan discípulos.
¿Cómo hizo
discípulos Jesús?
¿Cómo hizo
discípulos Pablo?
¿Cómo
hicieron discípulos los apóstoles?
¿Se quedaron
acaso en los templos? ¿formaron grupos cerrados de alabanza? ¿Se dedicaron a
construir grandes edificios? ¿llenaron sus agendas de diversos eventos?
La respuesta
a todas estas preguntas es no. Jesus, Pablo y los apóstoles “fueron” a donde el
Espíritu de Dios los enviara, sin equipaje y muchas veces sin dinero. Solo con
lo que tenían: un corazón dispuesto y la palabra de Dios escrita en su corazón.
No llenaron templos, sino corazones y antes de ser maestros, pastores o grandes
evangelistas fueron amigos: amigos de pecadores, publicanos, viudas, huérfanos
y enfermos. Renunciaron a su comodidad y complacencia por un sueño mucho mayor:
llevar el reino de Dios hasta el último lugar de la tierra.
Si nos
dedicáramos a hacer discípulos a la manera de Cristo, tendríamos menos estrés,
ansiedad, deudas, compromisos o reuniones y mucha más libertad y tiempo para
las únicas tres cosas que en verdad hacen la diferencia en el discipulado:
AMAR, ENSEÑAR Y SERVIR.
AMAR:
nuestra relación de amor con Dios será la pauta con la que amemos a nuestros
hermanos. “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más
unido que un hermano.” Proverbios 18:24
ENSEÑAR: la
palabra de Dios es la verdad y lo único que puede alumbrar, liberar y sanar a
la humanidad. “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8: 32
SERVIR: “En
todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y
recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que
recibir.” (Hechos 20:35). Hacer lo que hacemos con amor, compasión y diligencia
no solo beneficia a los otros, sino que alivia nuestro propio corazón. Oración.
«Señor
ayúdame a salir de mi propia comodidad, permíteme ir por aquellos por quien tú
moriste. Enséñame a amar, enseñar y servir haciendo discípulos de Cristo. Amén.
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