EJEMPLO DE FIDELIDAD
Durante cinco años y medio estuvo haciendo lo mismo. Cada vez
que llegaba el tren a la estación, iba a esperar a los pasajeros. No necesitaba
leer los horarios. No le importaba ni el calor tórrido del verano ni el frío
gélido del invierno. Cuatro veces al día, con cada tren que llegaba, ya fuera
del norte o del sur, iba y esperaba pacientemente en el andén. Era un perro, un
perro pastor alemán.
Tiempo atrás se habían llevado, en tren, el cadáver de su
amo, y desde entonces Shep, que era el nombre del perro, había ido a esperarlo
a la estación a ver si volvía. Viejo ya, un día calculó mal sus pasos y lo
arrolló un tren. Esto ocurrió en un pequeño pueblo de Canadá en 1942. Muchos
años después, el pueblo aún celebraba al perro pastor alemán, Shep. Lo llamaban
«ejemplo de fidelidad.»
La fidelidad no sólo es una gran virtud, sino que es además
indispensable para el desenvolvimiento correcto de la vida diaria.
Supongamos que el reloj despertador no nos es fiel, y en vez
de llamarnos a las seis de la mañana nos deja dormir hasta las nueve, y
perdemos un importante negocio. ¿Qué si la pastilla de aspirina, el gran
remedio universal, no nos es fiel, y en vez de quitarnos el dolor de cabeza nos
provoca fuerte hemorragia gástrica? ¿O qué si nuestro banquero no nos es fiel,
y de repente desaparece con todo el dinero que tenemos en el banco?
Desgracias indecibles ocurren cuando hay falta de fidelidad.
Un ejemplo clásico se da cuando el marido le es infiel a la esposa, o cuando la
esposa le es infiel al marido. Todo el hogar se hunde en la desgracia. Los
dolores más grandes del corazón los provoca la infidelidad conyugal. Lo cierto
es que la sociedad entera depende de que haya fidelidad en todo.
¿Y qué de lo espiritual? ¿Qué sería de este mundo si el
hombre no le fuera fiel a su Dios? La respuesta es muy evidente La desgracia de
familias destruidas, de esposos y esposas infieles, de hijos abandonados y de
vidas deshechas es prueba suficiente de lo que es este mundo cuando el hombre
no le es fiel a su Dios.
Sin embargo, la Biblia nos dice acerca de Dios que «si somos
infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo
2:13). Cristo es fiel aun cuando nosotros no lo somos. En Él podemos encontrar
un seguro y fiel Salvador, Uno que no falla, que no engaña, que no desilusiona
y que no fracasa. Él es el Salvador que todos necesitamos en estos tiempos de
cruda infidelidad.
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