¿Dónde está su tesoro?
Haceos tesoros en el cielo.
Mateo 6:20
El dejar esta tierra e ir al cielo no es un pensamiento
popular en la iglesia contemporánea. El énfasis cada vez mayor en el éxito, la
prosperidad y la solución de los problemas personales refleja nuestra
perspectiva terrenal.
También es difícil para nosotros concebir una futura
recompensa celestial. En esta época materialista, rara vez sentimos
satisfacción en lo que se demora. Casi todo lo que deseamos lo podemos tener de
inmediato. Ni siquiera necesitamos dinero; podemos usar una tarjeta de crédito.
No tenemos que construir nada; podemos comprarlo todo. Y no tenemos que ir muy
lejos para obtenerlo.
La falta de interés en el cielo es la otra cara del interés
en este mundo. Los evangélicos modernos prácticamente se olvidan del cielo. Se
predica y se enseña poco sobre el tema, pero hay una cantidad colosal de
material disponible sobre la prosperidad en esta vida. Para buscar a Cristo con
la misma pasión que Pablo debemos concentrar nuestra atención en el mundo
venidero. Nuestra patria celestial
Nuestra ciudadanía está en los cielos.
Filipenses 3:20
Los cristianos no somos ciudadanos de este mundo. La palabra
griega para "ciudadanía" en el versículo de hoy se refiere a una
colonia de extranjeros. En una fuente secular, se emplea para describir una
ciudad capital que mantenía en un registro el nombre de sus ciudadanos. En
realidad, somos ciudadanos inscritos de otro lugar: "El cielo".
Nuestros nombres están allí, nuestro Padre está allí, nuestros hermanos y
hermanas están allí, y nuestra herencia está allí; es nuestra patria.
Los israelitas llevados al cautiverio babilónico nos dan un
paralelo histórico con la iglesia contemporánea. Su patria seguía siendo la
Tierra Prometida aunque vivieron durante tantos años en una sociedad
extranjera. Pero cuando llegó el momento de regresar, muchos se habían
arraigado de tal modo en la cultura babilónica que no quisieron irse. Cuando el
Señor dice que es el momento de ir al cielo, luchamos contra eso como si fuera
lo peor que pudiera ocurrirnos porque este mundo ha llegado a ser todo para
nosotros. Por eso siempre se nos debe recordar que nuestra ciudadanía está en
el cielo.
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