La desobediencia de Saúl
1 Samuel 13:1-15
En las acciones de desobediencia de Saúl estuvieron presentes por lo menos tres grandes errores.
Primero, los reyes no podían ofrecer holocaustos en favor de
la comunidad. Podían ofrecerlos por sí mismos, pero nunca por la nación. Eso
sólo podían hacerlo los sacerdotes.
Segundo, era Samuel quien iba a comunicar los planes de
batalla del Señor. Saúl tenía que esperar por Él. Sin embargo, por estar Saúl
pendiente del reloj de su mermado
ejército, se llenó de pánico y se apresuró a hacer las cosas por su propia
cuenta. Esto redujo el holocausto a una ceremonia sin sentido, que parecía más
pagana que hebrea. Los generales paganos decidían dónde, cuándo y a quién
atacar, movilizaban sus tropas, y después ofrecían sacrificios a sus dioses
para ganarse su favor. El holocausto hebreo era diferente; debía ser uno de
sumisión, no de soborno.
Tercero, y lo más importante para nuestro estudio, en medio
de la crisis Saúl tomó la decisión de confiar en sí mismo. Su decisión de
ofrecer holocaustos y de atacar tenía sentido (desde una perspectiva terrenal).
Pero así como el deseo de Israel fue tener un rey humano, y por eso se
apresuraron a aceptar a Saúl basándose en su apariencia exterior el nuevo rey
se apresuró a atacar al enemigo basándose en una estrategia humana, que
probablemente no era mala, pero humana, al fin.
A Saúl le faltó fe. Vio que su ejército se le evaporaba como
el agua, y que el pueblo de Micmas era un hervidero de filisteos. Vio que los
siete días señalados habían transcurrido, y que Samuel se tardaba, Por eso hizo
a un lado toda reserva y protocolo. En efecto, se puso el atuendo sacerdotal
con su corona y anillo, y trató de hacer del altar su instrumento de poder algo
a lo que no tenía derecho.
La confrontación rara vez es agradable, pero con frecuencia
es necesaria. A todos nos hace falta un Samuel, alguien a quien le importe más
nuestro carácter que nuestra comodidad. Muchas veces, esa clase de amorosa
sinceridad exige palabras duras. No es fácil oír: “Has actuado torpemente,”
pero cuando eso sale de labios de un buen amigo, que teme a Dios, debemos
hacerle caso.
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