Filipenses 1:6-8
Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en
ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. Es justo que yo
piense así de todos ustedes porque los llevo en el corazón; pues, ya sea que me
encuentre preso o defendiendo y confirmando el evangelio, todos ustedes
participan conmigo de la gracia que Dios me ha dado. Dios es testigo de cuánto
los quiero a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús.
Cuando leemos en la Biblia que la iglesia es un solo cuerpo,
lo podemos entender con estos versículos que escriben Pablo y Timoteo. Si estoy
en gozo, en prisión o en cualquier otra circunstancia, todos ustedes participan
conmigo de la gracia que Dios me ha dado pues somos un mismo cuerpo. Esto es lo
que Pablo está diciendo. Todos somos hermanos en la fe. Todos estamos aquí para
motivarnos y amarnos en el amor de Cristo Jesús. Ahora, hay un detalle
sumamente importante: el amor que nos tenemos entre hermanos debe provenir del
amor de Dios. No de nosotros pues este amor no es duradero y cuando vienen las
pruebas y los conflictos, normalmente desaparece. Pero el amor que Dios nos da
permanece sin importar lo que estemos atravesando. Es sumamente probable que
como hombres fallemos. Yo te voy a fallar. Probablemente tu pastor te pueda
fallar y tú le vas a fallar a alguien más. Por eso es de gran importancia que
tu amor hacia los hermanos en la fe esté basado en Cristo y no en nuestro
comportamiento. Pongamos la mirada en Jehová y así como Él nos perdona y ama
sin restricción, amemos y perdonemos a nuestros hermanos. Aprendamos a ser un
solo cuerpo. A gozarnos y a entristecernos junto con ellos. Pensemos menos en
nosotros y más en nuestro prójimo.
Por otro lado, es sumamente importante entender quién da el
crecimiento espiritual. Dios. Cada uno de nosotros tenemos distintas
“velocidades”. Algunos crecen muy rápido y otros pareciera que van caminando.
Ninguno crece a la misma velocidad que el otro. Como humanos, nos encanta poner
patrones y pensar que todo debe ser igual. Tenemos una educación que nos motiva
a pensar así. Pero con Dios las cosas son distintas. Podemos tener un joven de
18 años enseñarle a sus padres lo que es seguir al Señor. De igual forma, dos
personas que reciben a Cristo el mismo día, tendrán un crecimiento distinto. Lo
que sabemos es esto: que el Señor, quien comenzó la obra en nuestros corazones,
es quien se encarga de irla perfeccionando. Va a depender de nuestra rebeldía,
de nuestros deseos de obedecer, nuestras ganas de entregarnos y sobre todo
nuestra voluntad para servir. No critiques. No juzgues. No somos nadie para
hacerlo. Si un hermano lleva tiempo asistiendo a la iglesia y no ves frutos,
mejor ora por él y entiende que el Señor quiere seguir perfeccionando su obra.
Tristemente he escuchado personas que señalan y piensan que, por llevar tiempo
acudiendo a la iglesia, la gente debería actuar de tal o cual manera. Esto no
funciona así. Habemos unos más necios que otros. Habemos unos más orgullosos
que otros. Habemos unos con más prejuicios que otros. En fin, hay tanto que
tenemos en nuestro corazón que debe ser cambiado que solamente el Señor, quien
comenzó la obra, puede terminarla hasta la perfección. Seamos un cuerpo y
busquemos crecer juntos respetando la “velocidad” de cada uno. Amémonos.
Gocémonos en Cristo. Dejemos que Él siga trabajando en nosotros y aprendamos a
servirle en todo lo que hagamos.
Oración
Padre: te pido perdón por mis pecados. Te pido perdón porque
no amo a mi prójimo o a mis hermanos en la fe con Tu amor. Quiero que tu amor
abunde en mi vida y pueda llevarlo a los demás. Quiero que mi vida sea
testimonio de cuánto nos amas y cuánto podemos ser transformados al obedecerte.
Gracias por darle dirección y sentido a mis pasos. En Cristo Jesús. Amén
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