Fruto de labios
“Y dirá:
Allanad, allanad; barred el camino, quitad los tropiezos del camino de mi
pueblo. Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado
y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para
vivificar el corazón de los quebrantados. Porque no contenderé para siempre, ni
para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo
he creado” Isaías 57:14-16
“He visto
sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus
enlutados; produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al cercano,
dijo Jehová; y lo sanaré” Isaías 57:18-19
¡Qué palabra
más hermosa que manifiesta el amor de Dios para nosotros! Las repeticiones
tales como “allanad, allanad” y más adelante “paz, paz”, muestran el amor
expansivo de Dios que va más allá del pueblo de Israel hasta todas las naciones
de la tierra, mostrándose como el Dios Salvador, el libertador soberano, con su
gran misericordia y paciencia, cristalizando así su oferta de gracia para el
que está lejos como para el que está cerca. Pablo interpreta este pasaje como
un anticipo a la inclusión de los gentiles dentro del plan de salvación de
Dios; recordemos Efesios 2:17 “Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a
vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca”.
El Alto y
Sublime Dios bajó a nuestro nivel para salvarnos, para vivificar a todos los
quebrantados de espíritu, aquellos que le buscan y confían en Él. Para nosotros
es imposible subir a su nivel a salvarnos a nosotros mismos, por eso, Jesús se
despojó a sí mismo, se hizo semejante a los hombres y tomó la forma de siervo
para ir a la cruz y extender su misericordia y su gracia sobre cada uno de
nosotros, a pesar de ver nuestra vida llena de pecado (Filipenses 2:6-8).
¿Qué quiere
Dios con esta oferta de gracia?, que confiemos en Él, es la única manera de ser
salvados, sanados y restaurados. Lastimosamente el orgullo y la justicia propia
son las piedras de tropiezo que hay en el camino que conduce al reconocimiento
de Cristo. Por eso, Él dice que allanemos ese camino para que la gracia de Dios
obre en nuestras vidas. Necesitamos humillarnos delante del Alto y Sublime y
reconocer nuestra necesidad de su amor y salvación, reconocer nuestra condición
de pecadores. Tendrá tierno cuidado de quienes reflexionan en su condición y
temen su ira; hará su morada en aquellos que han humillado su corazón, para
vivificarlos y consolarlos.
Dios “no
contenderá para siempre con su pueblo”, porque nuestro espíritu sería aplastado
por causa de nuestra rebelión contra Él. Dios ha visto nuestros caminos que son
pecaminosos, sin embargo, extiende su misericordia para sanarnos, para
restaurarnos; Dios nos conducirá por la senda del arrepentimiento para que
seamos perdonados, porque no abandonará la obra de sus manos ni derrotará lo
comprado por la sangre de su Hijo.
Hará que los
hombres se vuelvan a Él con acción de gracias (Hebreos 13:15), como dice el
pasaje de hoy: “He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le
daré consuelo a él y a sus enlutados; produciré fruto de labios”; fruto de
labios que prediquen, oren y confiesen su poderoso nombre. Oración.
«Gracias
amado Señor por sacarme de mi condición de pecador por medio de tu abundante
gracia derramada en la cruz; por salvarme, sanarme y restaurarme al poner mi
confianza en ti. Haz que por la influencia del Espíritu Santo y el nuevo
corazón que me has dado, brote alabanza agradecida de mis labios, que me vuelva
a ti de todo corazón y recuerde la promesa de Isaías 55:7 “deje el impío su
camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.
En el nombre de Jesús, amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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