Hebreos 12:15-17
Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios;
de que ninguna raíz de amargura brote y cause dificultades y corrompa a muchos;
y de que nadie sea inmoral ni profano como Esaú, quien por un solo plato de
comida vendió sus derechos de hijo mayor. Después, como ya saben, cuando quiso
heredar esa bendición, fue rechazado: No se le dio lugar para el
arrepentimiento, aunque con lágrimas buscó la bendición.
De cierta manera, conforme crecemos, aprendemos a ver por
nosotros mismos y dejamos en segundo plano a los demás. Tiene sentido si lo
vemos desde el punto de vista humano. Nadie va a ver por lo tuyo como tú mismo.
Nadie se va a preocupar porque estén bien tus asuntos más que tú. Dice el
dicho: el que tiene tienda que la atienda. ¿Por qué? Porque la gente solamente
ve por sus propios intereses y nosotros debemos ver por los nuestros. Pero Dios
nos enseña algo distinto el día de hoy. Nos enseña a velar porque la gracia
llegue a todos y no se estanque en nosotros. Nos instruye a dejar de pensar
solo en nosotros y preocuparnos por nuestro prójimo. En el versículo 14 nos
enseñaron a buscar la paz con todos y en el 15 a asegurarnos de ser un canal
para que la gracia fluya y no impidamos que llegue a nuestro prójimo. Ahora,
Dios, en su sabiduría absoluta, nos da las herramientas para lograrlo. Nos
dice: no dejen que brote ninguna raíz de amargura y cause dificultades
corrompiendo a muchos. La real academia española define amargura como una
aflicción o algún disgusto. En otras palabras, no dejes que ninguna aflicción o
algún conflicto se queden guardados en tu corazón (echen raíz) sino que
entrégalos a Cristo para que sea su gracia y no tu enojo, coraje o rencor los
que abunden en tu corazón. No es fácil. El pensar en los demás no implica que
vayan a estar agradecidos con lo que haces. Por eso es importante hacerlo para
agradar a Dios y obedecerlo. No busques agradar a las personas. A la única
persona que debes agradar es a Dios. Leíste bien. No a tus padres. No a tu
pareja. No a tus hijos. A Dios. De ahí se deriva el amor correcto a todos los
que te rodean. Por eso, busca agradar al Señor sin importar lo que los demás
piensen o hagan y serás un extraordinario canal de bendiciones.
Los versículos siguientes (16 y 17) nos dan la oportunidad
de interpretar también esa gracia como la salvación que ofrece Cristo y cómo
podemos despreciarla como lo hizo Esaú con la primogenitura. Por más que
intentó recuperarla, ya era demasiado tarde. Así también sucede con la
salvación y perdón de nuestros pecados. Por más que la gente quiera
arrepentirse, solamente lo puede hacer en un tiempo determinado: mientras vive.
Al morir, nuestro tiempo se acabó. Entonces, el pasaje nos enseña a buscar que
todos aquellos que nos rodean conozcan y reconozcan al Señor. Nos motiva a no
dejar que se pierdan. Que nada se interponga entre nosotros y ellos para
compartir la gracia de Cristo que les permitirá alcanzar la salvación. Piensa
en cada oportunidad que has tenido para hablar de Cristo y no lo has hecho por
cualquier motivo. Debes entender que estás entorpeciendo la voluntad de Dios.
¡Compártelo! No permitas que la gente se pierda y se vaya a una eternidad de
castigo.
Oración
Padre: te pido que des dirección a mi vida. He pensado
solamente en mis cosas, en mis asuntos y no me he preocupado por mi prójimo.
Hoy entiendo que debo amarlo, procurarlo y buscarlo para que te conozca y no se
pierda. Hoy entiendo que quieres utilizarme para que tu gracia alcance a cada
uno de los que me rodea. Te pido transformes mi corazón para que seas Tú quien
brille y yo quede atrás. Te pido me llenes de tu amor y gracia para que la
gente pueda verte a través de mis actos. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén
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