Reyes sin
corona
“En cuanto a
la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad”, Efesios 4:22-24.
“Sed, pues,
imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos
amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor
fragante”, Efesios 5:1-2.
En el
devocional anterior, reflexionamos que nuestro despojo debe ser al contrario de
Jesús, pues no teníamos nada, éramos reyes sin corona, reyes de nuestro reino
de egoísmo, en un pedestal de mentiras y buenas intenciones, pero realmente
esclavos del pecado y del maligno.
Ante los
demás no había amor, pues nuestras relaciones estaban pactadas por la
conveniencia, “si tú me das yo te ofrezco” una mentalidad de pobreza total.
Pero Cristo cambió todo, ¿quién teniéndolo todo, puede dejarlo por amor?
Jesucristo.
Debemos
entonces despojarnos de lo que no tiene ningún valor para tomar aquello que
tiene tan altísimo valor que solo pudo ser pagado con la preciosa sangre de
Jesús, como nos enseña el Apóstol Pedro inspirado por el Espíritu: “sabiendo
que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”
(1 Pedro 1:18-19).
Ya que hemos
recibido toda riqueza espiritual esta debe ser usada generosamente en reflejar
las virtudes de aquel que nos salvó y nos llamó con llamamiento santo; no por
nuestras obras somos merecedores de tal galardón sino por su gracia y de
acuerdo a su propósito (2 Timoteo 1:9); este llamamiento santo significa que
fuimos apartados para Cristo, para vivir una vida radicalmente diferente a como
la llevábamos antes de conocerlo y esto solo lo podemos lograr si andamos
guiados por su Espíritu haciendo morir las obras de la carne y nuestra
tendencia a actuar de manera independiente, usando todo el amor que ha sido
derramado en nuestro corazón. Vivir en amor es la manera correcta de vivir,
pues quien ama no hace daño al prójimo (Romanos 13:10) y recordemos que: “La
noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las
tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Romanos 13:12). Oración.
«Gracias mi
Señor, me has concedido todas la bendiciones y riquezas espirituales para dar
con generosidad todo tu amor, ya no viviendo como vivía antes de conocerte,
sino enfocando mi vida de acuerdo a tu propósito para glorificar al Padre en
todo lo que haga por el poder de tu Espíritu en mí, amén.
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