Una deuda de amor
“Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado,
toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener
misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su
señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le
debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo
corazón cada uno a su hermano sus ofensas.”, Mateo 18:32-35
En Mateo 18:23-35, vemos el caso de un deudor que le fue
perdonada la deuda por su señor luego de rogarle intensamente, pero no hizo de
la misma manera que hicieron con él, al no perdonar la deuda que otro le debía,
que era incluso mucho menos, sino que tomó del cuello a su deudor y le exigió
que le pagara de inmediato (versículo 28).
Todos tenemos una deuda de amor que podemos pagar con actos
simples al aplicar el principio de: “Y como quieren que hagan los hombres con
ustedes, así también hagan ustedes con ellos” (Lucas 6:31) y tratar a los demás
con el mismo amor y la misma misericordia con que Dios nos perdona. El
principio de reciprocidad debería estar en nuestra mente y corazón, ya que un
preso que ha sido liberado lo último que desearía es que otra persona esté
condenada, y eso somos todos los que hemos sido liberados por la preciosa
sangre de Cristo.
Esta deuda de amor se paga dando a los demás lo que Dios nos
ha dado, y se evidencia cuando perdonamos diariamente las ofensas y
contradicciones que los demás hacen con nosotros, porque si Cristo nos perdonó
gratuitamente cuando aún éramos pecadores y enemigos de Dios (Efesios 2:5),
nosotros lo debemos hacer con quien nos lastima, nos calumnia o nos persigue.
Por lo tanto, no debemos guardar resentimiento en nuestro
corazón, ni falta de perdón, si tenemos una deuda de amor, lo mínimo que
deberíamos hacer es no agrandarla más y pagar a tiempo los intereses que
genera, como nos enseña la escritura “No debáis a nadie nada, sino el amaro
unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” (Romanos
13:8). Oración.
Señor, que mi corazón no guarde rencores ni falta de perdón,
porque tú me limpiaste y pagaste toda mi deuda en Cristo, así mismo quiero
perdonar y amar a mi prójimo. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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