En la casa del Señor
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este
tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de
manos, eterna, en los cielos.”, 2 Corintios 5:1
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la
eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y
con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”, Isaías 57:15
En el antiguo testamento, el templo era el lugar más sublime
y respetado por el pueblo de Israel, toda su cultura, tradiciones y comercio
giraban en torno a él. Los salmos muestran la necesidad de permanecer en la
casa del Señor para contemplar su hermosura, para meditar (reflexionar en su
Palabra) en su templo (Salmos 27:4), y de vivir para siempre en sus moradas
(Salmos 23:6).
En el Nuevo Testamento, el que cree en Jesucristo se
constituye en morada de Dios, su Espíritu viene a morar en el quebrantado y
humilde de espíritu (lo que denota arrepentimiento) y nos da vida eterna.
Haciendo un paralelismo con el antiguo testamento, nuestro
anhelo debe ser estar en la casa del Señor continuamente, es decir en su
presencia como un estado permanente más que como un lugar físico.
Aunque hay un lugar donde nos reunimos para alabar al Señor
y formarnos en su Palabra (Salmos 133:1), en el cual estamos llamados a
congregarnos como hermanos en la fe de Cristo (Hebreos 10:25), el llamado de
hoy es a estar conscientes que su presencia permanece en nosotros para
guiarnos, para darnos la fuerza que debe quitar todo temor y toda inseguridad,
así como a fortalecer nuestra relación con Dios, porque nos demuestra que es
continua.
Si Él permanece en nosotros y nosotros en Él, en obediencia,
somos bendecidos en todos nuestros asuntos (Juan 15:7), podemos entonces decir
que ciertamente la bondad y el amor inagotable del Señor nos seguirán todos los
días de nuestra vida, y en la casa del Señor viviremos por siempre (Salmos 23:6).
Oración.
Señor, gracias por habitar en mi corazón, por darme vida
eterna, guíame a estar consciente de tu presencia en mi vida y por lo tanto a
tener una relación ininterrumpida contigo mi Dios, gracias por amarme tanto y
permanecer en mí por la fe en Cristo. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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