Un nuevo nombre
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una
piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno
conoce sino aquel que lo recibe.”, Apocalipsis 2:17
Dios cambió el nombre de Abram que probablemente significaba
“el padre es exaltado”, a Abraham, que significa “Padre de una multitud”. Esto
sucedió cuando realizó el pacto con él, de darle la tierra prometida y una
descendencia numerosa (Génesis 17:5), de la cual hacemos ahora parte por medio
de la fe en Jesús, según Gálatas 3:29.
Al mismo tiempo, Dios cambió el nombre de «Sarai», la esposa
de Abraham, que significa «mi princesa», por el de «Sara», que significa «madre
de naciones» (Génesis 17:15). El mismo hecho sucedió con Jacob, su nombre alude
a la suplantación y engaño que hizo a su hermano Esaú, pero luego de que tiene
un encuentro personal con Dios, sería identificado como aquel que «había
luchado con Dios y con los hombres y venció» (Génesis 32:28).
Jesús cambió el nombre de Simón, al de Pedro, cuando lo
llamó a servirle. Luego de la muerte y resurrección de Jesús, Pedro inicia
contundentemente la predicación el día de pentecostés cuando el Espíritu es
derramado sobre los creyentes allí reunidos (Hechos 2).
Ahora nosotros, en Cristo somos más que vencedores (Romanos
8:28-39) y Dios nos ha dado una nueva identidad, puede que conservemos el
nombre puesto por nuestros padres, pero cuando recibimos a Cristo no somos las
mismas personas y estamos llamados a actuar según nuestra nueva naturaleza,
considerándonos muertos al pecado pero vivos en Cristo, y por lo tanto no
debemos permitir que el pecado controle nuestra vida, ni caigamos ante los deseos
pecaminosos (Romanos 6:11-12). Así como la vida de estos siervos cambió
radicalmente al tener un encuentro personal con Dios y obedecer a sus promesas,
nuestra vida debe tomar un giro al aceptar esta nueva identidad, una nueva
manera de pensar y actuar siguiendo la Palabra de Dios. Oración.
Señor, me diste un nuevo comienzo, soy nuevo gracias a
Cristo y el pecado no gobierna en mi vida, dirige mis pasos y fortaléceme en tu
verdad, para vivir arraigado en tus promesas, sobreedificado en tus principios
y lleno del fruto del Espíritu Santo. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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