MOISÉS SUBE AL MONTE SINAÍ
La Biblia nos dice en Sant. 2:23 que: “Abraham creyó a Dios,
y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”. La verdadera
amistad requiere tiempo, conocimiento, ayuda, apoyo, confianza mutua, diálogos
sinceros y transparentes, superación en amor de las dificultades.
Vemos también que Moisés tenía una comunión con Dios única en
la tierra, resultado de su continua búsqueda del Señor. Jesús dijo: “Y esta es
la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado” (Jn. 17:3), y el término conocer aquí del griego ginosko,
significa: “estar tomando conocimiento” (hablamos de una búsqueda continua, es
un estilo de vida)…
MOISÉS SUBE AL MONTE SINAÍ
“Y Jehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como
las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las
tablas primeras que quebraste. Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana
al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte”, Éx. 34:1-2.
Alcanzar la presencia de Dios requiere perseverancia, pues
debemos superar diversos obstáculos.
Moisés debe llevar dos nuevas tablas de piedra (peso adicional a su cuerpo),
debía subir a la cumbre del monte (esfuerzo) y no permitir o superar la condenación
o depresión por sus acciones pasadas, pues Dios le dice “como las tablas
primeras que quebraste”.
Debe haber expectativa de la revelación divina, y esto
implica intimidad, encuentro a solas. “Y no suba hombre contigo, ni parezca
alguno en todo el monte; ni ovejas ni bueyes pazcan delante del monte”, Éx.
34:3, debe haber ausencia de factores distractores externos e internos), si
éste encuentro es real, habrá transparencia y por tanto lo oculto del corazón
se pone en evidencia ante la luz del Señor. En éste ámbito de intimidad, Dios
revela su voluntad y diseño, el Señor le dio a Moisés: La Ley; el modelo del
tabernáculo; las instrucciones para el sacerdocio; el orden para marchar por el
desierto (no lo quitó, los instruyó para atravesarlo).
Cuando alguien busca a Dios, Dios viene a él, “Y Jehová
descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová”,
Éx. 34:5. Dios es omnipresente, está en todo lugar, también ha prometido estar
con nosotros todos los días, sin embargo debemos reconocer que hay momentos
especiales y sobrenaturales…
Aquí Dios “descendió y permaneció junto a Moisés”. Moisés
tenía falencias, debilidades, pero buscaba a Dios y Dios vino a él, por eso la
Biblia dice: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Sant. 4:8).
La verdadera transformación sucede en la intimidad con Dios,
“Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí… no sabía Moisés que la
piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios”, Éx.
34:29. El texto nos dice que: “el rostro
de Moisés resplandecía después de haber estado hablando con Dios”, hablar del
heb. Dabár: arreglar, hablar; someter. Así que fue un tiempo en el que cosas de
Moisés fueron arregladas u ordenadas, escuchó y conoció revelaciones del Señor
y todo esto quedó rendido, sometido a Dios. Éste conjunto de cosas y decisiones
de Moisés, permiten el resplandor en su rostro.
La verdadera transformación y renovación, es evidente. El
texto nos dice que Moisés no lo sabía, pero todos los demás lo veían. Realmente
es Dios quien da testimonio de nosotros y de su obra. Esto sucedió en el monte
Sinaí, sucedió con Jesús en el monte de la transfiguración, y sigue sucediendo
hoy…
Reflexión final: La verdad es que en la vida cristiana a
veces vivimos circunstancias que son incomprensibles para nosotros, en otras
ocasiones no sabemos qué camino seguir, o que hacer ante cierta adversidad,
pero cuando vamos a Dios y le buscamos con insistencia, él se manifiesta, nos
enseña, direcciona y transforma.
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