HACIA LA META DEFINITIVA.
La meta definitiva de todo cristiano es el Reino Eterno de
Dios. No sabemos cuánto tiempo permaneceremos “aquí” en la tierra; por eso, es
importante no perder la visión de nuestro destino.
¡Vamos de paso!
¡Estamos en tránsito!
¡Prosigamos hacia la meta!
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de
arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las
cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida
está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste,
entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”
Colosenses 3:1-4
Pongámonos bajo la disposición total de Dios para que nos
indique por donde ir y hacia dónde ir; para que nos conduzca y nos abra
aquellas puertas que deben ser abiertas, y nos cierre aquellas que deben
permanecer cerradas.
“Encomienda al Eterno Dios tu camino,
Y confía en él; y él
hará”
Salmo 37:5
Mucho cuidado con estancarnos, desviarnos o retroceder ante los
diversos obstáculos que se nos presenten, necesitamos mucha firmeza y
determinación para enfrentarlos.
Mucho cuidado con las trampas que nuestros oponentes nos han colocado en
el camino; pidámosle a Dios que nos ayude a identificarlas y evadirlas.
“Con todo mi corazón te he buscado;
No me dejes desviarme de tus mandamientos”
Salmo 119:10
PROSIGAMOS HACIA LA META DEFINITIVA.
Manteniéndonos firmes en los lineamientos establecidos en la
Palabra de Dios.
Sembrando ininterrumpidamente la Palabra de Dios mientras
dure nuestro trayecto.
Descansando en la cobertura continua de Dios en donde estemos
o vayamos.
“Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús”
Filipenses 3:14
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