Transformados por la verdad
“La gente necesita más que pan para vivir; y deben
Alimentarse con cada Palabra de Dios”.
Mateo 4:4 (BAD)
“Ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su
Gracia, mensaje que tiene poder para transformarles
y darles herencia”.
Hechos 20:32 (NVI).
La verdad te transforma.
El crecimiento espiritual es el proceso que reemplaza las
mentiras con la verdad. Jesús oró: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la
verdad”. Para la santificación se requiere revelación. El Espíritu de Dios
utiliza la Palabra de Dios para hacernos como el Hijo de Dios. Para llegar a
ser como Jesús, debemos llenar nuestras vidas de su Palabra. La Biblia dice:
“Por medio de la Palabra somos reunidos y formados para las tareas que Dios tiene
para nosotros”
La Palabra de Dios es diferente a cualquier otra palabra. Es
viva. Jesús dijo: “Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida”.
Cuando Dios habla, las cosas cambian. Todo alrededor de ti toda la creación¾
existe porque “Dios lo dijo”. Él habló e hizo que todo existiera. Sin la
palabra de Dios ni siquiera estarías vivo. Santiago señala: “Dios decidió
darnos vida por medio de la palabra de verdad para que podamos ser lo más
importante de todas las cosas que Él hizo”.
La Biblia es mucho más que una guía doctrinal. ¡Genera vida,
crea fe, produce cambios, asusta al diablo, realiza milagros, sana heridas,
edifica el carácter, transforma las circunstancias, imparte alegría, supera la
adversidad, derrota la tentación, infunde esperanza, libera poder, limpia
nuestras mentes, hace que las cosas existan y garantiza nuestro futuro para
siempre! ¡Aleluya! ¡No podemos vivir sin la Palabra de Dios! Nunca la
menosprecies. Debemos considerarla tan esencial para nuestra vida como la
comida. Job dice: “En lo más profundo de mi ser he atesorado las palabras de su
boca”.
La Palabra de Dios es el alimento espiritual que debes tener
para cumplir tu propósito. A la Biblia se le llama nuestra leche, pan, comida
sólida y postre. Esta comida de cuatro platos es el menú del Espíritu para la
fortaleza y el crecimiento espiritual. Pedro nos advierte: “Deseen con ansias
la leche pura de la palabra... Así, por medio de ella, crecerán en su
salvación”.
PERMANECE EN LA PALABRA DE DIOS
Nunca hubo tantas Biblias impresas como hoy; sin embargo, una
en una repisa no tiene ningún valor. Millones de creyentes sufren anorexia
espiritual, mueren de hambre por causa de desnutrición espiritual. Para ser un
discípulo robusto de Jesús, alimentarte de la Palabra de Dios debe ser tu
prioridad. Jesús usó la palabra “permanecer” para referirse a eso. Él dijo: “Si
ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos”. En la
vida diaria, permanecer en la Palabra de Dios implica tres acciones.
Debo aceptar su autoridad. La Biblia debe llegar a ser la
guía de autoridad de mi vida: la brújula en la que confío como mi guía, el
consejo que escucho para tomar decisiones sabias y la referencia para evaluar
todo. La Biblia debe ser la primera y la última palabra en mi vida.
Muchos de nuestros problemas ocurren porque fundamentamos
nuestras decisiones basadas en factores de autoridad no confiable: la cultura
(“todos lo hacen”), la tradición (“siempre lo hemos hecho así”), la razón
(“parecía lógico”), o la emoción (“sentíamos que era lo correcto”). Estos
cuatro factores son defectuosos por causa de la caída. Lo que necesitamos es
una norma perfecta que nunca nos guíe en la dirección equivocada. Sólo la
Palabra de Dios satisface esa necesidad. Salomón nos recuerda: “Toda palabra de
Dios es digna de crédito”, y Pablo explica: “La Biblia entera nos fue dada por
inspiración de Dios y es útil para enseñarnos la verdad, hacernos comprender
las faltas cometidas en la vida y ayudarnos a llevar una vida recta”.
En los primeros años de su ministerio, Billy Graham, pasó un
tiempo luchando con sus dudas acerca de la exactitud y autoridad de la Biblia.
Una noche cayó sobre sus rodillas y con lágrimas le dijo a Dios que, a pesar de
los pasajes confusos que no entendía, desde ese momento en adelante confiaría
completamente en la Biblia como la única autoridad para su vida y ministerio. A
partir de ese día, la vida de Billy fue bendecida con un poder y una eficacia
sin precedentes.
La decisión más importante que puedes tomar hoy es resolver
el asunto de cuál ha de ser la autoridad absoluta para tu vida. Opta por la
Biblia como la máxima autoridad, a pesar de la cultura, la tradición, la razón
o la emoción. Cuando tengas que tomar decisiones, proponte hacer primero esta
pregunta: “¿Qué dice la Biblia?” Resuelve que cuando Dios te pida que hagas
algo, confiarás en la Palabra de Dios y lo harás, tenga sentido o no, aunque no
tengas ganas de hacerlo. Adopta la declaración de Pablo como tu afirmación
personal de fe: “Estoy de acuerdo con todo lo que enseña la ley y creo lo que
está escrito en los Profetas”.
Debo asimilar su verdad. No basta con sólo creer en la
Biblia, debo llenar mi mente de ella para que el Espíritu Santo pueda
transformarme con la verdad. Hay cinco maneras de hacerlo: Puedes recibirla, leerla,
investigarla, recordarla, y reflexionarla.
Primero, recibes la Palabra de Dios cuando la escuchas y la
aceptas con una mentalidad y una actitud receptiva. La parábola del sembrador
ilustra cómo nuestra receptividad determina si la Palabra de Dios se arraiga en
nuestras vidas y lleva fruto o no. Jesús identificó tres actitudes de rechazo:
una mente cerrada (la tierra dura), una mente superficial (la tierra poco
profunda), y una mente distraída (la tierra con hierbas malas), y luego dijo:
“Pongan mucha atención”.
Cuando sientas que no estás aprendiendo nada de un sermón o
de un maestro de la Biblia, debes analizar tu actitud, considerando en especial
el orgullo, porque Dios puede hablarte incluso a través del maestro más
aburrido cuando eres humilde y receptivo. Santiago aconseja “que puedan recibir
con humildad (modestia, mansedumbre) la palabra sembrada en ustedes, la cual
tiene poder para salvarles la vida”.
Segundo, durante la mayor parte de la historia de dos mil
años de la iglesia, sólo los sacerdotes podían leer la Biblia, pero ahora miles
de millones de personas tienen acceso a ella. A pesar de esto, muchos creyentes
son más fieles a la lectura diaria de su periódico que de sus Biblias. Nadie
debería sorprenderse de por qué no crecemos. No esperemos crecer si leemos la
Biblia tres minutos después de ver televisión tres horas.
Muchos que presumen de creer en la Biblia “de tapa a tapa”,
nunca la han leído completa. Pero si tan sólo la lees quince minutos diarios,
la leerás completa una vez al año. Si dejas de ver un programa de televisión
treinta minutos por día y lees tu Biblia en cambio, al cabo de un año la habrás
leídos dos veces.
La lectura diaria de la Biblia te mantendrá al alcance de la
voz de Dios. Por eso Dios instruyó a los reyes de Israel que mantuvieran
siempre cerca una copia de su Palabra: “Esta copia la tendrán siempre a su
alcance y la leerán todos los días de su vida”. Pero no la guardes simplemente
cerca, ¡léela regularmente! Una herramienta sencilla para esto es un plan
diario de lectura bíblica. Así evitarás saltar arbitrariamente de una parte de
la Biblia a otra y pasar por alto algunas secciones.
Tercero, la investigación, o el estudio de la Biblia, es otra
manera práctica de permanecer en la Palabra. La diferencia entre la lectura y
el estudio de la Biblia implica dos actividades adicionales: formularse
preguntas acerca del texto y anotar tus ideas. En realidad no has estudiado la
Biblia a menos que hayas tomado nota de tus pensamientos en el papel o en la
computadora.
El espacio en este libro no me permite explicar los
diferentes métodos para el estudio bíblico. Hay varios libros útiles al respecto,
incluyendo uno que escribí hace más de veinte años. El secreto para un buen
estudio de la Biblia radica en aprender a plantearse simplemente las preguntas
correctas. Los distintos métodos emplean preguntas diferentes. Descubrirás
mucho más si te detienes y haces preguntas tan sencillas como: ¿quién? ¿Qué? ¿Cuándo?
¿Dónde? ¿Por qué? Y ¿cómo? La Biblia dice: “Verdaderamente felices son las
personas que estudian cuidadosamente la perfecta ley de Dios que las hace
libres, y la siguen estudiando. Ellas no se olvidan lo que oyeron, sino que
obedecen lo que dice la enseñanza de Dios. Los que hacen esto serán felices”.
La cuarta manera de permanecer en la Palabra de Dios es
recordándola. Tu capacidad para recordar es un regalo de Dios. Es posible que
pienses que tienes una memoria pobre, pero la verdad es que memorizas millones
de ideas, verdades, hechos y cifras. Recuerdas lo que es importante para ti. Si
consideras relevante la Palabra de Dios, dedicarás tiempo para recordarla.
Los beneficios de memorizar los versículos de la Biblia son
enormes. Te ayudará a resistir la tentación, a tomar decisiones sabias, a
reducir la tensión, a edificar confianza, a brindar buenos consejos y a
compartir tu fe con otros.
Tu memoria es como un músculo. Cuanto más la uses, tanto más
sólida llegará a ser, y la memorización de las Escrituras será más fácil.
Podrías empezar seleccionando algunos versículos de la Biblia de este libro que
te haya llegado al corazón, escribiéndolos en una pequeña tarjeta para llevarla
contigo. Después repásalos en voz alta a lo largo del día. Puedes memorizar las
Escrituras en cualquier lugar: mientras trabajas, haces ejercicio físico,
conduces tu auto o esperas, o a la hora de acostarte. Hay tres claves para
memorizarlas: ¡repasar, repasar y repasar! La Biblia dice: “Mantengan vívidas
en su memoria las enseñanzas de Cristo y permitan que sus palabras enriquezcan
sus vidas y los hagan sabios”.
La quinta manera de permanecer en la Palabra de Dios es
reflexionar en lo que nos dice, lo que la Biblia llama “meditación”. Para
muchos, la idea de meditar evoca poner su mente en blanco y divagar. La
meditación bíblica es exactamente todo lo contrario. Consiste en concentrar el
pensamiento. Exige un esfuerzo serio. Eliges un versículo y reflexionas en él
una vez tras otra.
Como mencioné en el capítulo 11, si sabes cómo preocuparte,
ya sabes meditar. La preocupación es el pensamiento concentrado en algo
negativo. La meditación es hacer lo mismo, sólo que te enfocas en la Palabra de
Dios más que en tu problema.
Ningún otro hábito puede hacer más por transformar tu vida
para que te parezcas más a Jesús que la reflexión diaria en las Escrituras.
Mientras dedicamos tiempo para contemplar la verdad de Dios, reflexionamos a
conciencia en el ejemplo de Cristo, somos “transformados a su semejanza con una
gloria cada vez mayor”.
Si buscas en la Biblia todas las veces que Dios se refiere a
la meditación, te asombrará descubrir los beneficios que Él ha prometido a los
que dedican tiempo para reflexionar en su Palabra durante el día. Una de las
razones por las que Dios llamó a David “un hombre según mi corazón” es porque
le agradaba reflexionar en la Palabra de Dios. Él dijo: “Los preceptos del
Señor... me alegran el corazón”. La reflexión minuciosa sobre la verdad de Dios
es una llave a la oración contestada y el secreto de una vida victoriosa.
Debo aplicar sus principios. Es completamente inútil recibir,
leer, investigar, recordar y reflexionar en la Palabra si no la ponemos en
práctica. Debemos llegar a ser “hacedores de la Palabra” Este es el paso más
difícil de todos, porque Satanás lucha intensamente. A él no le molesta que
vayamos a los estudios bíblicos con tal de que no hagamos nada de lo que
aprendemos.
Nos engañamos cuando pensamos que simplemente porque hemos
oído, leído o estudiado una verdad, la hemos integrado a nuestra vida. En la
actualidad puedes estar tan ocupado yendo a la próxima clase o seminario o
conferencia bíblica que no tienes tiempo para poner en práctica lo que
aprendiste. Olvidas lo aprendido mientras vas camino a tu próximo estudio. Sin
aplicación, todos nuestros estudios bíblicos carecen de valor. Jesús dijo:
“Todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre
prudente que construyó su casa sobre la roca”. Jesús también enseñó que la
bendición de Dios viene por obedecer la verdad, no sólo por conocerla. Él dijo:
“Ahora que saben estas cosas, serán dichosos si las ponen en práctica”.
Otra razón por la que evitamos la puesta en práctica de la
Palabra de Dios es que puede ser difícil o incluso dolorosa. La verdad nos
liberará, ¡pero antes puede hacernos sentir miserables! La Palabra de Dios saca
a la luz nuestros motivos, señala nuestros defectos, reprocha nuestro pecado y
espera que cambiemos. Como está en nuestra naturaleza humana resistirnos al
cambio, poner en práctica la Palabra de Dios es un trabajo arduo. Por eso es
tan importante dialogar con otras personas acerca de su aplicación personal.
No puedo exagerar la importancia que tiene formar parte de un
pequeño grupo de estudio bíblico. Siempre aprendemos de otros las verdades que
nunca aprenderíamos solos. Otras personas te ayudan a ver cosas que pasas por
alto, así como a poner en práctica la verdad de Dios.
La mejor manera para llegar a ser un “hacedor de la Palabra”
es escribir siempre un paso de acción como resultado de la lectura, estudio o
reflexión sobre la Palabra de Dios. Desarrolla el hábito de anotar exactamente
lo que piensas hacer. Este paso de acción debe ser personal (involucrándote tú
mismo), práctico (algo que puedes hacer), y comprobable (con plazo límite para
hacerlo). Todas las medidas prácticas deben involucrar tu relación con Dios, tu
relación con otros o tu carácter personal.
Antes de leer el próximo capítulo, dedica unos minutos para
pensar en esta pregunta: ¿Qué es lo que ya te dijo Dios en su Palabra que
tienes que hacer y que aún no has comenzado? Luego anota algunas declaraciones
de acción para ayudarte a poner en práctica lo que sabes que debes hacer.
Podrías contarle a un amigo lo que te propusiste hacer para rendirle cuentas.
Como dijo D.L. Moody: “La Biblia no fue dada para aumentar nuestro
conocimiento, sino para cambiar nuestra vida”.
Los preceptos del Señor... me alegran el corazón.
DÍA VEINTICUATRO
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: La verdad me transforma.
Versículo para recordar: “Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdadera-
Mente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os
hará libres”. Juan 8:31-32 (RVR60).
Pregunta para considerar: ¿Qué es lo que ya me ha dicho Dios
en su Palabra, que
Todavía no he empezado a hacer?
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