Hagámonos los mejores amigos de Dios
Porque si, cuando éramos enemigos de dios, fuimos
reconciliados con Él mediante la muerte de su Hijo,
¡con cuánta más razón... seremos salvados
del castigo de Dios por su vida!
Romanos 5:10 (NVI)
Dios quiere ser tu mejor amigo.
Nuestra relación con Dios tiene diferentes aspectos: Dios es
el Creador y el Hacedor, el Señor y el Maestro, Juez, Redentor, Padre, Salvador
y mucho más. Pero la verdad más impactante es que el Dios Todopoderoso, ¡anhela
ser nuestro Amigo!
En el jardín del Edén vemos la relación ideal de Dios con
nosotros: Adán y Eva disfrutaban una amistad íntima con Él. No había rituales,
ni ceremonias, ni religión; simplemente una relación sencilla y cariñosa entre
Dios y las personas que había creado. Sin los estorbos de la culpa o el temor,
Adán y Eva se deleitaban en Dios, y Él en ellos.
Dios nos creó para vivir continuamente en su presencia; pero
después de la caída, esa relación ideal se estropeó. Sólo unas pocas personas
en el Antiguo Testamento tuvieron el privilegio de la amistad divina. A Moisés
y Abraham se les llamó “amigos de Dios”, de David se nos dice que para Dios era
“un hombre conforme a (su) corazón”, y Job, Enoc y Noé tenían una amistad
íntima con Dios. Pero en el Antiguo Testamento, el temor de Dios predomina más
que la amistad.
Jesús cambió esa situación. Al pagar nuestros pecados en la
cruz, el velo del templo ¾que simbolizaba nuestra separación de Dios¾ se rasgó
de arriba abajo, como señal de que el acceso directo a Dios estaba nuevamente
abierto.
A diferencia de los sacerdotes que debían prepararse durante
horas antes de reunirse con Él, nosotros ahora podemos acercarnos a Dios en
cualquier momento. La Biblia dice que “ahora tenemos la maravillosa alegría del
Señor en nuestras vidas, gracias a que Cristo murió por nuestros pecados y nos
hizo sus amigos”.
La amistad con Dios sólo es posible por su gracia y el
sacrifico de Jesús: “Dios nos reconcilió por medio de Cristo nos transformó de
enemigos en amigos”. Un viejo himno dice: ¡”Oh, qué amigo tenemos en cristo!”
pero, en realidad, Dios nos invita a disfrutar su amistad y comunión con las
tres personas de la Trinidad: nuestro Padre, , el Hijo y el Espíritu Santo.
Jesús dijo: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no
está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que
a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes”. La palabra amigo en
este versículo no se refiere a un conocido ocasional sino a una relación estrecha
de confianza. El mismo término se usa para referirse al padrino del novio en la
boda y al círculo de amigos más íntimo y personas de confianza del rey. En las
cortes reales, los siervos deben mantener cierta distancia prudente del rey,
pero sus amigos íntimos disfrutan de un contacto estrecho, así como de acceso
directo al rey, y de información confidencial.
Es difícil comprender por qué Dios quiere ser mi amigo
íntimo, pero la Biblia declara que “Dios es apasionado con respecto a su
relación con nosotros”.
Dios tiene el anhelo intenso de que lo conozcamos
íntimamente. En efecto, planificó el universo y estructuró la historia,
incluyendo los detalles de nuestra vida, para que pudiésemos ser sus amigos. La
Escritura afirma: “De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran
toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus
territorios. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a
tientas, lo encuentren”.
Conocer y amar a Dios es nuestro gran privilegio; ser
conocido y amado por él es Su mayor placer. Él dice que “si alguien ha de
gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor...
pues es lo que a mí me agrada”.
Es difícil imaginar cómo es posible una amistad íntima entre
un Dios perfecto, invisible y omnipotente y el ser humano finito y pecador.
Sería más fácil de entender una relación entre el Amo y el siervo, o entre el
Creador y lo creado, incluso entre el Padre y el hijo. Pero, ¿qué significa que
Dios quiera ser mi amigo? Si consideramos las vidas de los amigos de Dios en la
Biblia, podemos aprender seis secretos de la amistad con Dios. Veamos dos
secretos en este capítulo y los cuatro restantes en el siguiente.
CÓMO LLEGAR A SER EL MEJOR AMIGO DE DIOS
Mediante la conversación constante. No será posible
desarrollar una relación estrecha con Dios si sólo asistimos a la iglesia una
vez a la semana ni tampoco si sólo tenemos un rato a solas con Dios. La amistad
con Dios se cultiva cuando compartimos todas nuestras vivencias con Él.
Por supuesto que es importante establecer el hábito del
devocional diario con Dios, pero Él quiere ser más que una cita en nuestra
agenda. Quiere ser incluido en cada actividad, en cada conversación, en cada
problema y hasta en cada uno de nuestros pensamientos. Es posible mantener una
conversación continua con Él y “a la espera de su respuesta” durante todo el
día, comentándole lo que estamos haciendo o pensando en ese momento. “Oren sin
cesar” implica conversar con Dios mientras realizamos las compras, conducimos
el automóvil, trabajamos o desarrollamos cualquier otra tarea cotidiana.
Existe el concepto erróneo de que “pasar tiempo con Dios”
significa estar asolas con Él. Por supuesto, conforme al modelo de Jesús,
necesitamos pasar tiempo a solas con Dios, pero eso representa apenas una
fracción del tiempo que estamos despiertos. Todo lo que hacemos puede ser
“tiempo que pasamos con Dios” si lo invitamos a acompañarnos y somos
conscientes de su presencia.
Hay un libro clásico para aprender a desarrollar una conversación
constante con Dios: Practicing the Presence of God (la práctica de la presencia
de Dios). Fue escrito en el siglo diecisiete por el hermano Lawrence, un
humilde cocinero en un monasterio francés. El hermano Lawrence fue capaz de
convertir hasta las tareas domésticas más comunes y serviles, como preparar las
comidas y lavar los platos, en actos de alabanza y comunión con el Creador. “La
clave de la amistad con Dios ¾dijo¾, no es cambiar lo que uno hace sino cambiar
la actitud de uno al hacerlo. Lo que normalmente haces para ti, comienzas a
hacerlo para Dios; ya se trate de comer, bañarse, trabajar, descansar o sacar
la basura”.
En la actualidad a veces sentimos que tenemos que
“distanciarnos” de nuestra rutina diaria para poder adorar a Dios, pero eso se
debe a que no hemos aprendido a practicar su presencia todo el tiempo. Al
hermano Lawrence le resultaba fácil adorar a Dios mientras desarrollaba las
tareas comunes de la vida; no tenía que viajar para asistir a retiros
espirituales especiales.
Ese es el ideal de Dios. En el Edén, la adoración no era un
acontecimiento al que había que asistir sino que era una actitud
ininterrumpida; Adán y Eva estaban en comunión constante con Dios. Como Él está
con nosotros todo el tiempo, no hay un lugar donde puedas estar más cerca de
Dios que donde te encuentras ahora mismo. La Biblia dice que Él gobierna sobre
todos: “Está sobre todo y por medio de todos y en todos”.
Otra de las ideas útiles del hermano Lawrence era pronunciar
oraciones más cortas y conversacionales continuamente durante el día, en vez de
establecer sesiones largas y oraciones complejas. Para mantener la
concentración y evitar la distracción, aconsejaba: “Sugiero que no usen muchas
palabras cuando oren, porque los discursos largos son propicios para la
distracción”.
En estos tiempos de falta de atención, esa sugerencia de hace
450 años es de particular relevancia: Que las oraciones sean sencillas.
La Biblia nos dice que debemos orar todo el tiempo. ¿Cómo es
posible hacer eso?. Una manera es usar “oraciones de aliento” durante todo el
día, como lo han venido haciendo muchos cristianos desde hace siglos. Puedes
elegir una afirmación o frase sencilla para repetírsela a Jesús en un aliento:
“Tú estás conmigo”. “Acepto tu gracia”. “Cuento contigo”. “Quiero conocerte”.
“Pertenezco a ti”. “Ayúdame a confiar en ti”. También puedes usar pasajes
cortos de las Escrituras: “Para mí el vivir es Cristo”. “Nunca me abandonarás”.
“Tú eres mi Dios”. Óralas tan seguido como sea posible para que se graben a
fondo en tu corazón. Sólo asegúrate de que la intención sea honrar a Dios,
nunca controlarlo”.
Practicar la presencia de Dios es una destreza, un hábito que
se puede desarrollar. Así como los músicos practican escalas todos los días
para tocar melodías hermosas con desenvoltura, debes obligarte a pensar en Dios
varias veces al día. Debes entrenar tu mente para recordar a Dios.
Al principio necesitarás crear notas para traer regularmente
a la memoria la conciencia de que Dios está a tu lado en ese instante. Comienza
colocando notas visuales a tu alrededor. Podrías escribir una papeleta así:
“Dios está conmigo y de mi lado ¡en este mismo instante!” Los monjes
benedictinos recuerdan que deben hacer una pausa y rezar “la oración horaria”
con las campanadas del reloj. Si tienes uno o un teléfono celular con alarma,
podrías hacer lo mismo. Algunas veces sentirás la presencia de Dios; otras, no.
Si buscas experimentar la presencia de Dios en todo esto, no
has entendido nada. No alabamos a Dios para sentirnos bien, sino para hacer el
bien. Nuestra meta no es tener una sensación sino conciencia continua de la
realidad de que Dios está siempre presente. Ese es el estilo de vida de
adoración.
Mediante la meditación continua. La segunda manera de
consolidar una amistad con Dios es pensar en su Palabra durante el día. Eso se
llama meditación, y la Biblia repetidas veces nos exhorta a meditar en quién es
Dios, lo que ha hecho y lo que ha dicho.
Es imposible ser amigos de Dios si no sabemos lo que dice. No
podemos amar a Dios si no lo conocemos, y no podemos conocerlo si no conocemos
su Palabra. Ella dice que Dios “se revelaba a Samuel y le comunicaba su
palabra”.
Si bien no podemos pasarnos 24 horas estudiando la Biblia,
podemos pensar en ella durante el día, recordando versículos que hemos leído o
memorizado, y reflexionando en ellos.
A veces se cree que la meditación es un ritual difícil y
misterioso, practicado por místicos o monjes en aislamiento. Sin embargo,
meditar es simplemente pensar con concentración: algo que cualquiera puede
aprender y usar en cualquier lado.
Cuando le damos vuelta en la cabeza a un problema, decimos
que tenemos una preocupación. Cuando piensas en la Palabra de dios y le das
vuelta en tu cabeza, llamamos a eso meditación. Si sabes cómo preocuparte, ¡ya
sabes cómo meditar! En vez de pensar con insistencia en tus problemas,
necesitas vincular la atención en tus problemas con versículos bíblicos. Cuanto
más medites en la Palabra de Dios, tendrás menos de qué preocuparte.
Dios consideraba a Job y a David sus amigos porque valoraban
su Palabra por encima de todas las demás cosas, y pensaban en ella
continuamente en el transcurso del día. Job admitió: “Del mandamiento de sus
labios no me he apartado, he atesorado las palabras de su boca”. David dijo:
“La enseñanza del Señor es perfecta, porque da nueva vida... los preceptos del
Señor... traen alegría al corazón”. y “constantemente están en mis
pensamientos; no puedo dejar de pensar en ellas”.
Los amigos comparten sus secretos, y Dios compartirá sus
secretos contigo si desarrollas el hábito de reflexionar en su Palabra durante
el día. Dios le contaba a Abraham sus secretos; hizo lo mismo con Daniel,
Pablo, los discípulos y otros amigos.
Al leer la Biblia y escuchar un sermón o una grabación, no
olvides lo que escuchaste cuando te vayas. Desarrolla la práctica de repasar la
verdad en tu mente, reflexiona sobre lo que has leído o escuchado, dale vuelta
en la cabeza. Cuanto más tiempo dediques a repasar lo que Dios dijo, más
entenderás los “secretos” de esta vida que pasan inadvertidos para muchas
personas. La Biblia afirma: “Ser amigos de Dios es privilegio de quienes lo
reverencian; sólo con ellos comparte él los secretos de sus promesas”.En el
capítulo siguiente consideraremos otros cuatro secretos para cultiva una amistad
con Dios, pero no esperes hasta mañana. Comienza hoy mismo a practicar una
conversación constante con Dios y la meditación continua en su Palabra. La
oración nos permite hablar con Dios; la meditación permite que él nos hable.
Ambas son esenciales para ser amigos de Dios.
DÍA ONCE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Dios quiere ser mi mejor amigo.
Versículo para recordar: “Ser amigos de Dios es privilegio de
quienes lo reverencian”. Salmo 25:14 (BAD)
Pregunta para considerar: ¿Qué puedo hacer para recordar que
debo pensar en Dios y hablar con Él más a menudo durante el día?
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