PROPÓSITO Nº 3
FUISTE CREADO PARA SER COMO CRISTO
“Vivan en unión vital con Él, enraizados en Él,
y nútranse de Él. Mantengan un ritmo de
Crecimiento en el Señor, y fortalézcanse
y vigorícense en la verdad”.
Colosenses 2:6,7 (BAD)
Creado para ser como Cristo
Desde el mismo principio Dios decidió que los que se
Acercaran a Él (y Él sabía quiénes se habrían de
Acercar) fueran como su Hijo, para que él fuera el
Mayor entre muchos hermanos.
Romanos 8:29 (BAD)
Vemos a este hijo y vemos el propósito original de Dios
En todo lo creado.
Colosenses 1:15 (PAR)
Fuiste creado para ser como Cristo.
Desde el comienzo mismo, el plan de Dios fue crearnos a
semejanza de su Hijo Jesús. Este es nuestro destino y el tercer propósito de
nuestra vida. Dios anunció su intención en la creación: entonces Dios dijo:
“Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen y semejanza”.
En toda la creación, sólo los seres humanos fuimos hechos “a
la imagen de Dios”. Este es un gran privilegio y nos dignifica. No sabemos todo
lo que abarca esta frase, pero sabemos que incluye aspecto: como Dios, somos
seres espirituales ¾nuestros espíritus son inmortales y perdurarán más que
nuestros cuerpos terrenales¾; somos intelectuales ¾podemos pensar, razonar, y
resolver problemas¾; a semejanza de Dios, nosotros nos relacionamos ¾podemos
dar y recibir amor verdadero¾; y tenemos una conciencia moral: podemos
discernir el bien del mal, lo cual nos hace responsables ante Dios.
La Biblia dice que todas las personas, no sólo los creyentes,
poseen una parte de la imagen de Dios; por eso el asesinato y el aborto son
malos. Pero esta imagen está incompleta, el pecado la dañó y distorsionó. Por
lo tanto, Dios envió a Jesús.
¿A qué se parece la “imagen y semejanza” completa de Dios?
¡Se parece a Jesucristo! La Biblia dice que Jesús es “la visible”, y es “la
fiel imagen de lo que Él es”.
A menudo la gente cita la frase “De tal palo, tal astilla”
para referirse al parecido familiar. Cuando las personas ven mi semejanza en
mis hijos, eso me agrada. Dios quiere que también sus hijos lleven su imagen y
semejanza. Su Palabra dice que fuimos “Creados para ser como Dios,
verdaderamente justos y santos”.
Permíteme expresa esto con toda claridad: Nunca llegarás a
ser Dios, ni siquiera un dios. Esa mentira orgullosa es la tentación más
antigua de Satanás. Satanás les prometió a Adán y a Eva que si seguían su
consejo, serían “como dioses”. Muchas religiones y la filosofía de la Nueva Era
aún difunden esta mentira antigua de que somos divinos o que podemos llegar a
ser dioses.
Manifestamos este deseo cada vez que intentamos controlar
nuestras circunstancias, nuestro futuro y a las personas que nos rodean. Pero
como criaturas, nunca seremos el Creador. Dios no quiere que llegues a ser un
dios; Él quiere que seas piadoso: que tomes los valores, las actitudes y el
carácter propio de Él. La Biblia dice que “adoptemos una manera enteramente
nueva de vivir; una vida moldeada por Dios, una vida que, renovada desde
dentro, forme parte de su conducta mientras Dios reproduce con toda precisión
su carácter en ustedes”.
La meta final de Dios para tu vida sobre la tierra no es la
comodidad, sino el desarrollo de tu carácter. Él quiere que crezcas
espiritualmente y llegues a ser como Cristo. Esto no significa que pierdas tu personalidad
o que llegues a ser un clon sin inteligencia. Dios creó tu singularidad, por lo
cual ciertamente no quiere destruirla. Ser semejante a Cristo significa la
transformación de tu carácter, no de tu personalidad. Dios quiere que
desarrolles la clase de carácter que Jesús describe en las bienaventuranzas,
cuando se refiere al fruto del Espíritu, en el gran capítulo de Pablo sobre el
amor, y la lista de Pedro de las características de una vida provechosa y
productiva. Cada vez que olvidamos que ese carácter es uno de los propósitos de
Dios para nuestra vida, nuestras circunstancias nos hacen sentir frustrados.
Nos preguntamos: “¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Por qué estoy pasando por
tantas dificultades?” ¡Una respuesta es que la vida está hecha para ser
difícil! Es lo que nos permite crecer. Recuerda que ¡la tierra no es el cielo!.
Muchos cristianos interpretan mal la promesa de Jesús acerca
de la ”vida abundante”, como si eso quisiera decir una salud perfecta, un
estilo de vida rodeado de comodidades, felicidad permanente, la plena
realización de los sueños, y el alivio instantáneo de los problemas mediante la
fe y la oración. En pocas palabras, esperan que la vida cristiana sea fácil.
Esperan el cielo aquí en la tierra.
Esta perspectiva egocéntrica trata a Dios como un “genio de
una lámpara” que simplemente existe para servirlos en su búsqueda egoísta de la
realización personal. Pero Dios no es tu sirviente, y si pretendes que la vida
debe ser fácil, pronto te desilusionarás muchísimo o vivirás negando la
realidad.
¡No olvides nunca que la vida no gira en torno a ti! Existes
para los propósitos de Dios, no a la inversa. ¿Por qué habría de proporcionarte
Dios el cielo en la tierra cuando Él ha hecho planes para darte algo mayor en
la eternidad? Dios nos da nuestro tiempo sobre la tierra para edificar y
fortalecer nuestro carácter para el cielo.
EL TRABAJO DEL ESPÍRITU DE DIOS EN TU VIDA
La función del Espíritu Santo es producir el carácter de
Cristo en ti. La Biblia afirma: “Mientras el Espíritu del Señor obra dentro de
nosotros, llegamos a ser cada vez más como Él y reflejamos su gloria más aún”.
Este proceso de transformarnos para ser más como Jesús se llama santificación,
y es el tercer propósito de tu vida sobre la tierra.
No puedes reproducir el carácter de Jesús si dependes de tu
propia fuerza. Las resoluciones de Año Nuevo, la fuerza de voluntad y las
mejores intenciones no son suficientes. Sólo el Espíritu Santo tiene poder para
hacer los cambios que Dios quiere efectuar en nuestras vidas. La Escritura dice
que “Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer; para que
se cumpla su buena voluntad”. La sola mención de “el poder del Espíritu Santo”
basta para que muchas personas piensen en demostraciones milagrosas y emociones
intensas. Pero la mayor parte del tiempo ese poder es liberado en tu vida de
una manera tranquila y discreta, de modo que ni siquiera eres consciente de él
ni lo percibes. A menudo Dios nos llama la atención con “un suave murmullo”.
La semejanza con Cristo no se produce por imitación, sino
porque Cristo mora en nosotros. Permitimos que Cristo viva a través de
nosotros. “Porque este es el secreto: Cristo vive en ustedes”. ¿Cómo sucede
esto en la vida real? Por medio de las opciones que escogemos. Dadas las
situaciones, escogemos hacer lo correcto y luego confiamos en que el Espíritu
de Dios nos dará su poder, amor, fe y sabiduría para lograrlo. Dado que el
Espíritu de Dios vive dentro de nosotros, estas cosas siempre están disponibles
si se lo pedimos.
Debemos cooperar con el trabajo del Espíritu Santo. A lo
largo de la Biblia vemos expresada una verdad importante: El Espíritu Santo
libera su poder en el momento en que das un paso de fe. Cuando Josué se
enfrentó con una barrera infranqueable, las aguas desbordadas del río Jordán
sólo retrocedieron después de que, en obediencia y fe, los líderes entraran en
la impetuosa corriente.
La obediencia libera el poder de Dios.
Dios espera que actúes primero. No esperes hasta que te
sientas poderoso o seguro. Sigue adelante pese a tu debilidad, haciendo lo
correcto a pesar de tus temores y sentimientos. Así es como cooperas con el
Espíritu Santo, y es como se desarrolla tu carácter.
La Biblia compara el crecimiento espiritual con una semilla,
un edificio o un niño en crecimiento. Cada metáfora requiere una participación
activa: las semillas deben ser plantadas y cultivadas, los edificios deben ser
construidos ¾no surgen de la nada¾ y los niños deben comer y hacer ejercicio
para crecer.
Aunque el esfuerzo no tiene nada que ver con nuestra
salvación, tiene mucho que ver con nuestro crecimiento espiritual. Por lo menos
ocho veces en el Nuevo Testamento se nos dice que “hagamos todo esfuerzo” en
nuestro crecimiento para llegar a ser como Jesús. Uno no se sienta simplemente
a esperar que suceda.
En Efesios 4:22-24 Pablo explica nuestras tres
responsabilidades para llegar a ser como Cristo. Primero, debemos escoger
abandonar nuestras maneras antiguas de actuar: “Desháganse de todo lo que tenga
que ver con su viejo estilo de vida. Está totalmente podrido. ¡Líbrense de
él!”.
Segundo, debemos cambiar nuestra manera de pensar: “Permitan
que el Espíritu cambie su manera de pensar”. La Biblia dice que somos
“transformados” mediante la renovación de nuestra mente. La palabra griega para
transformados, metamorphosis (usada en
Romanos 12:2 y 2º Corintios 3:18), es la que se emplea para describir el cambio
asombroso que permite que una oruga se transforme en una mariposa. Es un
hermoso cuadro de lo que nos pasa espiritualmente cuando permitimos que Dios
dirija nuestros pensamientos: Él nos transforma de adentro hacia fuera, nos
hace más hermosos y nos libera para alcanzar nuevas alturas.
Tercero, debemos “vestirnos” con el carácter de Cristo,
desarrollando nuevos y consagrados hábitos. Tu carácter es esencialmente la
suma de tus hábitos; es la manera en que te conduces habitualmente. La Biblia
nos manda ponernos el nuevo yo “la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios,
en verdadera justicia y santidad”.
Dios usa su Palabra, las personas y las circunstancias para
moldearnos.
Estas tres condiciones son indispensables para el desarrollo
del carácter. La Palabra de Dios proporciona la verdad que necesitamos para
crecer, el pueblo de dios proporciona el apoyo que necesitamos para crecer; y
las circunstancias proporcionan el ambiente para practicar la semejanza de
Cristo. Si estudias y aplicas la Palabra de Dios, si te vinculas regularmente
con otros creyentes y aprendes a confiar en Dios en las circunstancias
difíciles, te garantizo que llegarás a ser más como Jesús. Analizaremos cada
uno de estos ingredientes de crecimiento en los capítulos siguientes.
Muchas personas dan por sentado que todo lo que se necesita
para el crecimiento espiritual es estudio bíblico y oración. Pero ambas cosas
por sí solas nunca cambiarán algunas cuestiones de la vida. Dios usa a las
personas. Él casi siempre prefiere trabajar por medio de las personas en vez de
realizar milagros, para que dependamos unos de otros para la comunión. Él
quiere que crezcamos juntos.
En muchas religiones, las personas consideradas
espiritualmente más maduras y santas son las que se aíslan de otros en
monasterios situados en lo alto de una montaña, sin peligro de contagio por el
contacto con otros. Pero esta es una grave equivocación. ¡La búsqueda de la
madurez espiritual no es una ocupación solitaria e individual! No puedes llegar
a ser como Cristo en el aislamiento. Debes estar cerca de otras personas e
interactuar con ellas. Necesitas ser miembro de una iglesia y de una comunidad.
¿Por qué? Porque la verdadera madurez espiritual consiste en aprender a amar
como Jesús amó, y no puedes practicar esa disciplina si no estás en relación y
contacto con otras personas. Recuerda, todo es cuestión de amor: amar a Dios y
a los demás.
Llegar a ser como Cristo es un proceso largo y de lento
crecimiento. La madurez espiritual no es instantánea ni automática; es un
desarrollo gradual y progresivo que llevará el resto de tu vida. Refiriéndose a
este proceso, Pablo dijo: “Esto continuará hasta que seamos... maduros, así
como Cristo es, y seamos completamente como Él”.
Eres una obra en progreso. Tu transformación espiritual en
cuanto al desarrollo del carácter de Jesús seguirá por el resto de tu vida, y
aun así, no se completará aquí en la tierra. La obra se terminará cuando
llegues al cielo o cuando Jesús vuelva. En ese momento, cualquier trabajo en tu
carácter que todavía quede por terminar se dará por finalizado. La Biblia dice
que cuando al fin podamos ver a Jesús perfectamente, llegaremos a ser
exactamente como Él: “Ni siquiera nos podemos imaginar cómo seremos cuando
Cristo vuelva. Pero sabemos que cuando Él venga, seremos como Él, porque lo
veremos como Él realmente es”.
Hay mucha confusión en la vida cristiana por ignorar la
simple verdad de que Dios está más interesado en construir tu carácter que en
cualquier otra cosa. Nos preocupamos cuando dios parece estar en silencio con
respecto a determinados temas como por ejemplo: “¿Qué carrera profesional debo
elegir?” La verdad es que hay muchas en las que podrías cumplir la voluntad de
Dios para tu vida. Elijas lo que elijas, a Dios lo que le importa es que lo
hagas como si lo hicieras para Cristo.
Dios está mucho más interesado en lo que eres que en lo que
haces. Somos “seres humanos”, no “quehaceres humanos”. Dios está mucho más
preocupado por tu carácter que en tu carrera profesional, porque tu carácter te
acompañará toda la eternidad, no así tu carrera profesional.
La Biblia advierte: “No se acomoden tan bien a su cultura que
se conformen a ella sin siquiera notarlo. En cambio, pongan su atención en
Dios. Serán cambiados de adentro hacia fuera... A diferencia de la cultura que
los rodea, que siempre los arrastra hacia un nivel inferior de inmadurez. Dios
hace que surja lo mejor de ustedes, y desarrolla una madurez bien compuesta en
ustedes”. Para concentrarnos en llegar a ser más como Jesús, deberemos tomar
decisiones opuestas a la cultura imperante. De lo contrario, influencias como
la de nuestros compañeros, padres, colaboradores, y la cultura misma,
intentarán amoldarnos a su imagen.
DÍA VEINTIDOS
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Fui hecho para llegar a ser como Cristo.
Versículo para recordar: “En la medida en que el Espíritu del
Señor opera en nosotros, nos parecemos más a Él y reflejamos más su gloria”. 2º
Corintios 3:18 (BAD)
Pregunta para considerar: ¿En qué área de mi vida necesito
pedir el poder del Espíritu para ser como Cristo hoy? Lamentablemente, una
ojeada rápida a varios libros cristianos populares revela que muchos creyentes
han dejado de vivir para los grandes propósitos de Dios y se han amoldado para
vivir su realización personal y su estabilidad emocional. Eso es egocentrismo,
no discipulado. Jesús no murió en la cruz únicamente para que pudiéramos vivir
cómodos y bien adaptados. Su propósito va mucho más a fondo: Él quiere hacernos
como Él mismo antes de llevarnos al cielo. Este es nuestro privilegio
principal, nuestra responsabilidad inmediata y nuestro destino final.
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