Cómo crecemos
Dios quiere que crezcamos hasta ser
en todo como... Cristo
Efesios 4:15 (PAR)
Así ya no seremos niños.
Efesios 4:14 (NVI)
Dios quiere que crezcas.
La meta de nuestro Padre celestial es que maduremos y
desarrollemos las características de Jesucristo. Lamentablemente, millones de
cristianos envejecen pero nunca maduran. Están atascados en una infancia
espiritual perpetua, permanecen en pañales y zapatitos de lana porque nunca
tuvieron la intención de crecer.
El crecimiento espiritual no es automático. Requiere
compromiso intencional. Debes desear crecer, decidir crecer, hacer un esfuerzo
por crecer y persistir en el crecimiento. El discipulado, el proceso de
convertirnos más semejantes a Cristo, siempre empieza con una decisión. Jesús
nos llama, y nosotros respondemos: “Jesús le dijo: “Ven, sé mi discípulo”. Así
que Mateo se levantó lo siguió”.
Cuando los primeros discípulos decidieron seguir a Jesús, no
entendieron todo el alcance de su decisión. Simplemente respondieron a la
invitación del Maestro. Eso es lo único que se necesita para empezar: decidir
convertirse en discípulo.
Nada le da más forma a tu vida que los compromisos que
asumas. Ellos pueden servir para tu desarrollo o destrucción, pero en ambos
casos te definirán. Dime con qué estás comprometido, y te diré lo que serás en
veinte años. Llegamos a ser lo que nos comprometemos ser.
Llegado ese momento de compromiso, la mayoría de las personas
pierden el propósito de Dios para sus vidas. Muchas temen comprometerse con
algo y simplemente vagan sin rumbo por la vida. Otras, sin mucho entusiasmo se
comprometen con valores incompatibles y acaban en la frustración y la
mediocridad. Otra asume un compromiso total con metas mundanas, tales como
llegar a ser ricas o famosas, sólo para terminar defraudadas y amargadas.
Como todo lo que se elige hacer tiene consecuencias eternas,
será mejor que elijas con sabiduría. Pedro advierte: “Ya que todo lo que nos rodea
será consumido por el fuego, ¡qué vidas santas y piadosas deberíamos vivir!.
El papel de Dios y el tuyo. Ser semejante a Cristo es el
resultado de que tomes las mismas decisiones que Él y depender de su Espíritu
para ayudarte a cumplir con tus decisiones. En cuanto decidas con seriedad
llegar a ser semejante a Cristo, deberás empezar a actuar de una manera nueva.
Tendrás que abandonar algunas rutinas viejas, desarrollar hábitos nuevos y
cambiar intencionalmente tu manera de pensar. Podrás estar seguro de que el
Espíritu Santo te ayudará con tales cambios. La Biblia dice: “Lleven a cabo su
salvación con temor y temblor; pues Dios es quien produce en ustedes tanto el
querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad”.
Este versículo muestra las dos partes del crecimiento
espiritual: “lleven a cabo” y “producir” es el papel que desempeña Dios. El
crecimiento espiritual es un esfuerzo de colaboración entre nosotros y el
Espíritu Santo. El Espíritu de Dios trabaja con nosotros, no simplemente en
nosotros.
Este versículo, escrito para los creyentes, no se refiere a
cómo ser salvos sino a cómo crecer. No dice “trabajen para” su salvación,
porque no se puede agregar nada a lo que Jesús ya hizo. Durante un
entrenamiento físico “trabajamos”, realizando ejercicios físicos para
desarrollar el cuerpo, no para conseguir un cuerpo.
Cuando armas un rompecabezas, cuentas con todas las piezas:
nuestra tarea es armar el rompecabezas. Los granjeros “trabajan” la tierra, no
para conseguir la tierra sino para desarrollar la que ya tienen. Dios nos ha
dado una nueva vida; ahora somos responsables de desarrollarla “con temor y
temblor”. Eso quiere decir que ¡tenemos que tomar nuestro crecimiento
espiritual en serio! Cuando las personas toman de manera trivial su crecimiento
espiritual, eso muestra que no han entendido los alcances eternos de su
decisión (como vimos en los capítulos 4 y 5).
Cambia tu piloto automático. Para cambiar tu vida debes
cambiar tu manera de pensar. Detrás de todo lo que haces hay pensamientos. Toda
conducta es motivada por una creencia y toda acción es incitada por una
actitud. Dios reveló esto miles de años antes de que los psicólogos lo
entendieran: “Tengan cuidado de cómo piensan; la vida es modelada por sus
pensamientos”.
Imagina un paseo en un bote con motor en un lago, con el
piloto automático puesto en dirección hacia el este. Si decides dar vuelta
atrás y dirigirte al oeste, tienes dos posibles maneras de cambiar el rumbo del
barco. Una es tomar el timón y físicamente obligarlo a que se dirija en la
dirección opuesta a la que señala el programa del piloto automático. A pura
fuerza de voluntad podrías vencer al piloto automático, pero sentirías la
resistencia todo el tiempo. Finalmente tus brazos se cansarían de la tensión,
soltarías el timón y el barco retomaría inmediatamente el rumbo en dirección al
este, de acuerdo con su programación interna.
Esto es lo que sucede cuando tratas de cambiar tu vida a
fuerza de voluntad. Dices: “Me obligaré a comer menos... haré más ejercicio.
Dejaré de ser desorganizado y de ser impuntual”. Sí, tu fuerza de voluntad
puede producir un cambio a corto plazo, pero crea una tensión interior
constante porque no has tratado la causa desde su raíz. El cambio no se siente
como algo natural, así que finalmente te rendirás, abandonarás la dieta, y
dejarás de hacer ejercicios. Rápidamente volverás a tus viejos patrones.
Hay una mejor y más fácil manera. Cambia el piloto
automático: tu manera de pensar. La Biblia dice: “Dejen que Dios los transforme
en una nueva persona, cambiando su forma de pensar”. El primer paso en el
crecimiento espiritual es empezar por cambiar la manera de pensar. El cambio
siempre comienza en la mente. La manera en que pienses determinará cómo te
sientes, y cómo te sientes influirá en cómo actúas. Pablo dijo: “Debe haber una
renovación espiritual de sus pensamientos y actitudes”.
Para ser como Cristo debes desarrollar en ti su mente. El
Nuevo Testamento llama a este cambio mental arrepentimiento, que en el griego
literalmente significa “cambiar tu mentalidad”. Te arrepientes siempre que
cambias tu manera de pensar y adoptas la manera de pensar de Dios: con respecto
a ti mismo, al pecado, a Dios, a otras personas, a la vida, a tu futuro, y a
todo lo demás. Asumes la actitud de Cristo y su perspectiva.
Se nos manda que pensemos “del mismo modo en que pensaba
Cristo Jesús”. Este mandamiento tiene dos facetas. La primera faceta de este
cambio mental consiste en dejar de los pensamientos inmaduros, que son
egoístas. La Biblia dice: “Dejen de pensar como los niños. Sean niños en la
malicia, pero sean adultos en su forma de pensar”. Los niños son por naturaleza
completamente egoístas. Sólo piensan en sí mismos y en sus propias necesidades.
Son incapaces de dar; sólo pueden recibir. Tienen una manera de pensar inmadura.
Por desgracia, muchas personas nunca de desarrollan más allá de ese nivel. La
Biblia dice que esta manera egoísta de pensar es el origen de conductas
pecaminosas: “Los que viven siguiendo sus egos pecaminosos sólo piensan en las
cosas que su ego pecaminoso desea”.
La segunda faceta para pensar como Jesús consiste en que
empieces a meditar con madurez, enfocándote en otros, no en ti mismo. En su
gran capítulo sobre el amor verdadero, Pablo concluyó que pensar en los demás
era la señal de madurez: “Cuando yo era un niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño. Cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas
de niño”.
En la actualidad, muchos suponen que la madurez espiritual se
mide por la cantidad de información bíblica y doctrina que uno sepa. Si bien el
conocimiento es una medida de la madurez, no es todo lo que se necesita. La
vida cristiana es mucho más que credos y convicciones; incluye conducta y
carácter. Nuestros hechos deben ser congruentes con nuestros credos, y nuestras
creencias deben ser respaldadas con una conducta semejante a la de Cristo.
El cristianismo no es una religión, ni una filosofía, sino
una relación y un estilo de vida. El centro de ese estilo de vida en pensar en
los demás, como lo hizo Jesús, en lugar de pensar en nosotros mismos. La Biblia
dice: “Nosotros debemos pensar en el bien de ellos e intentar ayudarlos
haciendo lo que les agrada. Ni siquiera Cristo intentaba agradarse”.
Pensar en los demás es la esencia de ser semejantes a Cristo
y la mejor evidencia del crecimiento espiritual. Esta manera de pensar es
antinatural, va en contra de nuestra cultura, es rala y difícil.
Afortunadamente tenemos ayuda: “Dios nos ha dado su Espíritu. Por eso nosotros
no pensamos igual que las personas de este mundo”. En los siguientes capítulos
miraremos las herramientas que el Espíritu Santo usa para ayudarnos a crecer.
DÍA VEINTITRES
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Nunca es demasiado tarde para empezar a
crecer.
Versículo para recordar: “Cambien su manera de pensar para
que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es
decir; lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto”. Romanos 12:2
(DHH)
Pregunta para considerar: ¿Cuál es una de las áreas donde
necesito dejar de pensar a mi manera y comenzar a pensar a la manera de Dios?
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