La adoración que agrada a Dios
Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente
y con todas tus fuerzas.
Marcos 12:30 (NVI).
Dios quiere todo de ti.
Dios no quiere una parte de tu vida. Pide todo tu corazón,
toda tu alma, toda tu mente y todas tus fuerzas. A Dios no le interesan los
compromisos a medias, la obediencia parcial y las sobras de tu tiempo y dinero.
Quiere tu devoción plena, no pedacitos de tu vida.
Una mujer samaritana en cierta ocasión discutió con Jesús
acerca del mejor tiempo, lugar y estilo de adoración. Jesús le contestó que
esos aspectos eran irrelevantes. El lugar de adoración no es tan importante
como por qué adoramos y cuánto de nuestro ser le ofrecemos a Dios cuando lo
hacemos. Hay una manera de adorar buena y mala. La Biblia dice: “Así que
nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos.
Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a Él le agrada, con temor
reverente”. La adoración que agrada a Dios tiene cuatro características:
A Dios le agrada la adoración en verdad. La gente suele
decir: “Me gusta pensar en Dios como alguien que...” y plantean la idea de un
Dios a quien les gustaría adorar. Pero no podemos simplemente crear nuestra
propia imagen de Dios, la que nos resulta cómoda y políticamente correcta y
adorarla. Eso es idolatría.
La adoración debe basarse en la verdad de las Escrituras, no
en nuestra opinión acerca de Dios. Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Los
verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque
así quiere el Padre que sean los que le adoren”.
“Adorar en verdad” significa adorar a Dios como la Biblia
verdaderamente lo revela.
A Dios le agrada la adoración auténtica. Cuando Jesús dijo
que debemos “adorar en espíritu” no se refería al Espíritu Santo sino a nuestro
espíritu. Fuimos creados a imagen de Dios y, por lo tanto, somos un espíritu
que reside en un cuerpo, y Él diseñó nuestro espíritu para que pudiéramos
comunicarnos con Él. La adoración es la respuesta de nuestro espíritu al
Espíritu de Dios.
Cuando Jesús dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón
y con toda tu alma” quería decir que la adoración debe ser auténtica y sentida,
de corazón. No se trata sólo de decir las palabras correctas; debes creer en lo
que dices. ¡La alabanza que no brota del corazón no es alabanza! No sirve de
nada, es un insulto a Dios.
Cuando adoramos, Él mira más allá de nuestras palabras,
observando la actitud de nuestro corazón. La Escritura afirma: “La gente se
fija en las apariencias, pero yo (el Señor) me fijo en el corazón”.
Como la adoración implica agradar a Dios, abarca nuestras
emociones. Dios nos dio emociones para que pudiéramos adorarlo con sentimientos
intensos; pero esas emociones deben ser genuinas, no fingidas. Dios odia la
hipocresía. No quiere teatralidad ni fingimiento ni farsas en la adoración.
Quiere nuestro amor sincero y verdadero. Podemos adorarlo con imperfecciones,
pero no con falta de sinceridad.
Por supuesto, la sinceridad por sí sola no es suficiente;
podemos ser sinceros y estar equivocados. Por eso se necesitan tanto el
espíritu como la verdad. La adoración debe ser veraz y auténtica. La adoración
que agrada a Dios es profundamente emocional y doctrinal. Con nuestro corazón y
nuestra cabeza.
Muchas personas confunden las emociones conmovedoras
producidas por la música con las estimuladas por el Espíritu, pero no son
iguales. La verdadera adoración ocurre cuando nuestro espíritu responde a Dios,
no a una melodía. En realidad, algunas canciones sentimentales e introspectivas
entorpecen la adoración porque de concentrarnos en Dios, pasamos enfocarnos en
nuestros sentimientos. Cuando adoramos, el factor de mayor distracción somos
nosotros mismos: nuestros intereses y preocupaciones acerca de la impresión que
damos.
Los cristianos no se ponen de acuerdo con respecto a la
manera más adecuada o auténtica de alabar a Dios, pero estos argumentos lo que
más reflejan son las distintas personalidades y trasfondos. La Biblia menciona
diversas formas de alabanza: la confesión, el canto, los clamores, el estar de
pie, el arrodillarse, el baile, el hacer ruidos de gozo, el testimonio, la
utilización de instrumentos musicales y al alzar las manos. El mejor estilo de
adoración es el que más auténticamente representa nuestro amor a Dios, basado
en el trasfondo y la personalidad que Dios nos dio.
Mi amigo Gary Thomas se dio cuenta de que muchos cristianos
en lugar de tener una amistad vibrante con Dios, parecen estancarse en la
costumbre ¾la adoración ser convierte en una rutina insatisfactoria¾ porque se
obligan a usar métodos devocionales o estilos de adoración que no se adaptan a
la unicidad con que Dios los creó.
Gary se preguntó: “Si Dios con toda intención nos creó a
todos distintos, ¿por qué deberíamos amarlo de la misma manera?”. De la lectura
de los clásicos cristianos y basado en entrevistas, Gary descubrió que los
cristianos, en el transcurso de dos mil años, han seguido diversos caminos para
disfrutar la intimidad con Dios: al aire libre, por medio del estudio, con el
canto, con la danza, con expresiones artísticas, en el servicio a los demás, en
la soledad, en comunión con otras personas, y participando de muchas otras
actividades.
En su libro Sacred Pathways (Sendas Sagradas), Gary
identifica nueve maneras que las personas usan para acercarse a Dios: a los
naturalistas, nada los inspira más a amar a Dios que estar al aire libre, en un
entorno natural. Los sensoriales, que aman a Dios con sus sentidos y aprecian
los hermosos cultos de adoración que involucran la vista, el sabor, el olfato y
el tacto, además de sus oídos.
Los tradicionalistas, que se acercan a Dios mediante
rituales, liturgias, símbolos y estructuras estables. Los ascéticos, que
prefieren amar a Dios en soledad y sencillez. Los activistas, que aman a Dios
enfrentándose al mal, luchando contra la injusticia y esforzándose por hacer de
este mundo un mejor lugar para vivir. Los cuidadores, que aman a Dios cuidando
a los demás y satisfaciendo sus necesidades. Los entusiastas, que aman a Dios
con celebraciones. Los contemplativos, que aman a Dios con la adoración. Los
intelectuales aman a Dios entendiéndolo con sus mentes.
En cuanto a la adoración y la amistad con Dios no existen las
“tallas únicas”. Una cosa sí es cierta: No darás gloria a Dios intentando ser
alguien que Él nunca se propuso que fueses. Dios quiere que seas tú mismo. El
Padre está “buscando personas que, cuando lo adoren, sean sencilla y
sinceramente ellas mismas cuando se presenten ante Él”.
A Dios le agrada la adoración reflexiva. El mandamiento de
Jesús de “amar a Dios con toda tu mente” se repite cuatro veces en el Nuevo
Testamento. A Dios no le agrada que cantemos himnos, oremos con apatía y
exclamemos con indiferencia. ¡Gloria a Dios!, sin pensar en lo que hacemos,
porque no se nos ocurre otra cosa que decir en ese momento. Si no pensamos en
lo que hacemos cuando adoramos, la adoración no sirve. Tu mente debe estar
puesta en lo que haces.
Jesús tildó de “vanas repeticiones” a la adoración distraída.
El mal uso puede convertir hasta los términos bíblicos en frases gastadas,
cuando olvidamos su significado. Cuando adoramos, es mucho más fácil ofrecer
oraciones rutinarias que esforzarnos por honrar a Dios con palabras y con gestos
llenos de frescura. Por eso los animo a leer las Escrituras usando distintas
versiones y paráfrasis. Eso es útil para enriquecer nuestras expresiones de
adoración.
Trata de alabar a Dios sin usar las palabras alabanza,
aleluya, gracias, gloria a Dios o amén. En vez de decir: “Sólo queremos
alabarte”, haz una lista de sinónimos y usa palabras más novedosas como
admirar; respetar; valorar; reverenciar; honrar y apreciar.
Además, sé específico. Si alguien se te acerca y repite: “¡Te
alabo!” diez veces, es probable que pienses: “¿Por qué?” Tu preferirías dos
cumplidos específicos a veinte generalidades vagas. Dios también.
Otra idea es hacer una lista de los diferentes nombres que
tiene Dios y concentrarse en ellos. Los nombres de Dios no son arbitrarios;
expresan distintos aspectos de su carácter. En el Antiguo Testamento, Dios se
reveló gradualmente a Israel, introduciendo nuevos nombres para sí, y nos manda
alabar su nombre.
Dios quiere que nuestras reuniones de adoración en público
también tengan sentido. Pablo dedica un capítulo entero a este asunto en 1º
Corintios 14, y concluye:”Pero todo debe hacerse de manera apropiada y con
orden”.
Con respecto a este punto, Dios insiste en que nuestros
cultos de adoración puedan ser entendidos por los no creyentes que estén
presentes en nuestras reuniones de adoración. Pablo señaló que “si tú das
gracias a Dios con tu espíritu, y te escucha algún extraño, no podrá unirse a
tu oración porque no entenderá lo que dices. No podrá hacerlo, porque no habrá
comprendido nada. Tu oración podrá ser muy buena, pero no estarás ayudando a
nadie”. La Biblia nos ordena ser sensibles a los no creyentes que están de
visita en nuestras reuniones de adoración. Si hacemos caso omiso de este
mandamiento somos desobedientes y no tenemos amor.- Si deseas una explicación
más extensa acerca de este punto, consulta el capítulo “La adoración puede ser
testimonio” en Una iglesia con propósito.
A Dios le agrada la adoración práctica. La Palabra de Dios
afirma: “Les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su
cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”. ¿Por qué quiere Dios tu
cuerpo? ¿Por qué no dice “ofrezcan su espíritu”? Porque sin el cuerpo no
podemos hacer nada en este planeta. En la eternidad recibiremos un cuerpo
nuevo, mejorado, actualizado, pero mientras estemos sobre la tierra, Dios dice:
“¡Dame lo que tengas!” Él únicamente está siendo práctico con respecto a la
adoración.
¿Has escuchado decir a las personas: “Esta noche no puedo ir
a la reunión, pero estaré con ustedes en espíritu? ¿Saben lo que significa
esto? Nada. ¡No vale nada! Mientras estemos en esta tierra, nuestro espíritu
sólo puede estar donde esté nuestro cuerpo. Si tu cuerpo no está presente, no
estás ahí.
Cuando adoramos debemos ofrecer nuestro “cuerpo como
sacrificio vivo”. En la actualidad asociamos el concepto de “sacrificio” con
algo muerto, pero Dios quiere que seamos un sacrificio vivo. ¡Quiere que
vivamos para Él! Sin embargo, el problema de un sacrificio vivo es que se puede
escapar del altar, y es lo que solemos hacer. Cantamos “¡Firmes y adelante!,
huestes de la fe” los domingos, y los lunes desertamos.
En el Antiguo Testamento, a Dios le agradaban los sacrificios
de adoración porque anunciaban el sacrificio de Jesús por nosotros en la cruz.
Ahora bien, a Dios le agradan diferentes tipos de sacrificio de adoración: la
gratitud, la alabanza, la humildad, el arrepentimiento, las ofrendas de dinero,
la oración, el servicio a los demás y el compartir los recursos con los
necesitados.
La verdadera adoración tiene un precio. David lo sabía y
dijo: “No voy a ofrecer al SEÑOR mi Dios holocaustos que nada me cuesten”.
La adoración sacrifica nuestro egocentrismo. No podemos
exaltar a Dios y exaltarnos al mismo tiempo. No podemos adorar para impresionar
a los demás y para agradarnos a nosotros mismos. Necesitamos retirar
deliberadamente el enfoque de nuestra persona.
Cuando Jesús dijo: “Ama a Dios con todas tus fuerzas”, quería
señalar que la adoración requiere esfuerzo y energía. No es siempre ni lo más
conveniente ni lo más cómodo, y en ocasiones la adoración es un acto de
voluntad absoluto: un sacrificio de buena voluntad. La adoración pasiva es una
incongruencia.
Ofrecemos sacrificio de adoración a Dios cuando lo alabamos
aunque no tengamos ganas; cuando nos levantamos de la cama para adorarle aunque
estemos cansados y cuando ayudamos a los demás aunque estemos agotados. Eso
agrada a Dios.
Matt Redman, un líder inglés de adoración, cuenta cómo su
pastor le enseñó a la iglesia el verdadero significado de la adoración. Para
mostrarles que ésta era más que la música, prohibió por un tiempo el canto en
los servicios, mientras aprendían otras maneras de adorar. Al cabo de ese
tiempo, Matt había escrito el himno clásico El Corazón de la Adoración:
Te traigo más que una canción,
Porque ella en sí no es lo que me pides.
Buscas más adentro
Que lo que a simple vista parece:
Miras dentro de mi corazón.
El corazón de este asunto es un asunto del corazón.
DÍA TRECE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Dios quiere todo de mí.
Versículo para recordar: “Ama al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Marcos
12:30 (NVI)
Pregunta para considerar: ¿Qué le agrada más a Dios en este
momento: mi adoración en público o en privado? ¿Qué haré al respecto?
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